Bajo la pasión de innovar borramos horizontes que marcan nuestros rumbos. Ya de por sí, crear algo rentable resulta tan complejo que, a salvo algún fogonazo de genialidad, no queda más que apelar a lo retrospectivo.
Lo ayer creado y olvidado hoy, es un recurso comercial con un margen de éxito aceptable. Los diseños de Eames, Hoffmann, Aalto, Dalí, Le Corbusier, Isamu Noguchi, Jacobsen, Saarinen, Gropius y Bertoia… son ejemplos de la fuerza artística de sus creaciones que trasciende a los momentos para instalarse en horizontes forzosos.Quizás porque la genialidad no está sometido a lo perentorio de las modas, quizás porque en estos gestos, el hombre evidencia que no está preparado para asumir una vida sin referentes. Cuando los valores de la sociedad son tales en tanto aptos para el consumo instantáneo (Bauman, 2013:157). Es decir, valores bajo condición de su intereses propio y para momentos concretos y siempre propicios, resulta paradójico en plena postmodernidad que creaciones pasadas causen ansias consumistas. El arte como representación del yo interior del hombre. Y por ello, de sus angustias, deseos y frustraciones. Sí, son cuestiones cercanas y siempre actuales pero ello no lo convierte en religión, como vía de conexión con Dios, como escribe Bauman (2013:135)[1].Puede ser que en vidas consumistas, abocadas a la superficialidad del relativismo, contemplar lo trascendente haga reflexionar sobre las grandes preguntas y que ese instante facilite sentir la multidimensionalidad de la persona. Ortega, en su obra «La deshumanización del arte », cita a Leonardo da Vinci (2008:120) [2] Es sorprendente cómo las obras de un creador de tal magnitud han sido destruidas por el paso del tiempo. Únicamente se conservan 7 obras pictóricas y de estas, en perfecto estado, solo se encuentra «La Anunciación », expuesta en el Louvre de Paris. «La Cena », situada en el refectorio de Santa María delle Grazie perdió su integridad por obras y accidentes en el monasterio. «La Batalla de Anghiari » pintada en el salón de los Quinientos en el palacio Vecchio de Florencia está perdida, conservándose solo un boceto realizado por Rubens. «La Adoración de los Reyes Magos» está inconclusa en el monasterio agustino de San Donato de Scopeto, cerca de Florencia. Como el «San Jerónimo».La estatua ecuestre de Francisco Sforza quedo en un modelo de barro.«La Madona de las rocas », ubicado en el Louvre, apenas se entrevé bajo sucesivas restauraciones poco afortunadas.Leonardo fue un constante desafío a los límites de la razón del mundo y los dioses, ya que no lo vencieron de vivo, procuran, ya muerto, borrar sus huellas para evitar en otros «apetitos tan subversivos y heroicos ».Como dijera Ovidio: Tempus edax rerum, el tiempo todo lo devora. La genialidad artística como conexión del hombre con lo trascendente también sucumbe restándole trascendencia. Como reflexiona un personaje de un dramaturgo conocido: « […] mis títulos con más de 900 años sería vanidad y soberbia que se mantengan por más tiempo pues a ningún hombre ,por su naturaleza , le está permitido alcanzar una breve porción de eternidad […]».
[1] Bauman, Z. (2013): «Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias », Madrid: Paidós.
[2] Ortega y Gasset, J. (2008): «La deshumanización del arte », Madrid: Espasa.