por
Juan B Lorenzo de Membiela
El caso de Japón, aunque desconocido en España, puede ser útil. Es analizado por Drucker y por Isao Nakauchi.
Antes de la Guerra del Pacífico, la industria japonesa era muy próspera sobre todo a partir de 1920. Contaba con empresarios que al margen del sistema habían innovado y creado grandes empresas.Estas creaciones recibieron el nombre de « imitación creativa » ( «Tiempos de desafíos, tiempos de invenciones»,1995:138).Se perfeccionó lo ya inventado, se le dio más valor, más calidad, más fiabilidad y en eso consistió su triunfo. Los productos diseñados para funcionar por un tiempo corto obedecen a estrategias nocivas porque lo duradero genera confianza y esto vende. Por una simple admiración al trabajo bien hecho.Hoy, ante la escasez de emprendedores, se anhela su presencia, porque el empresario transformador no suele ser producto de facultades, escuelas o másters. Se rememora al Sr. Ito Masotoshi, artífice de la venta minorista japonesa durante cuatro décadas, a Honda, al Sr. Morita Akio, de Sony .Lo que ocurrió en Japón durante la era Meiji y lo ocurrido hace 50 años representaron revoluciones culturales porque se comenzaron travesías con una incomprensión financiera , con una burocracia obstruccionista y con un Ministerio de Industria en clara oposición.Se cuestionó lo ortodoxo.
¿Quién, si no valerosas personas, únicas, podrían enfrentarse a todo un sistema y triunfar? Para estos líderes, el problema de la incoherencia entre valores y visión nunca surge; no fue « resuelto » sino « disuelto » (Senge, 2006:421).