Viste mis fisuras, las llevo al aire, jardines completos llenos de dudas. Sembrar miedo donde debió haber esperanza. Un hilo que se rompe en vez de suturar, la piel desgarrada, desangrada, un esparadrapo que arranca el pellejo, por el que se filtra cada uno de mis miedos.
Betadine que era alcohol de quemar. De quemarlo todo, me hacías arder, de mil maneras, en la cama, en mis sueños. Ardí en mis pesadillas. Las que más. Monstruos durmiendo bajo el colchón, tú arropándolos, alimentándolos, que no murieran de desnutrición.
Una estantería con polvo de muñecas pasadas que no vi, que no quise ver. Restos de un botiquín de costura, otro remiendo mal cosido, más tela rasgada, más herida abierta, algunas piezas de corazones que se creyeron reinas y eran peones. Mi sitio predestinado. Vender prioridad y ser solo un resto del montón. Lo prescindible, lo imprescindible. Recambio de automóvil. Unas bujías cualquiera, motor de nada.
Nadar en un mar abierto creyendo en tus manos como balsa, adentrarse a contracorriente, dejar de hacer pie, y ya no eras salvavidas, eras lo que empuja hacia donde nadie sale a flote. Tragar sal, escupir vida.
Una piel que regenera al contacto de otra piel. Nada que sana si no dolía. Animal inestable. Piel de serpiente. Depredador insaciable.
Piel que se arruga al contacto con otra piel. Una uva pasa que un día fue fruto. Volverá a llover y crecerá. Animal herido. Bicho bola en su caparazón. Presa.
Balones fuera y expiar una culpa no admitida. Mi examen de conciencia frente a tu impunidad. Desigualdad de condiciones. Conocimiento que ahora es poder y fue castigo. Demasiado peso para tan poca espalda, la mía. Demasiado liviano para tan poca honestidad, la tuya. Una verdad que siempre fue mentira. Un sentimiento que no latía.
Vibrar en innuendo, renglones torcidos en un pentagrama ocasional. Arritmias. Fundir el hielo hasta beber la última gota, sequía emocional.
Un punto débil, tantos extra en el centro de la diana. Dureza de diamante en los ojos, donde habitaba la ilusión. Liturgia sin perdón de los pecados. Una hostia sin comunión.
Lubricante y cuerdas, fluir y asfixiar a partes iguales.
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