Un extraño suceso ha acontecido en el mundo en estos días. Desde ayer, 27 de diciembre, una epidemia se está extendiendo por todo el planeta. Los expertos han anunciado que el foco está localizado en Minneapolis, EEUU. Tal y como ocurre en tantas historias de ficción, los americanos han sido los primeros en sufrir esta plaga. Los síntomas de esta infección parecen claros, comienza con un sentimiento inexplicable de felicidad, una paz interior que se transmite por el aire y que es imposible de parar. Lo peor viene a las 24 horas del contagio, la honestidad, la humildad y la cooperación se vuelven incontrolables. Los sujetos infectados son incapaces de dominar estos impulsos que poco a poco van acabando con toda la soberbia, odio, envidia y maldad que pueda resistir en sus organismos.
Desde la Casa Blanca se ha decidido cerrar todas las fronteras del país con la intención de paralizar la plaga, pero los esfuerzos han sido inútiles y ya se han anunciado los primeros casos en Alemania, Francia, Italia, Portugal y España, donde se ha marcado ya un protocolo de actuación y se mantiene en cuarentena a los contagiados. No ha sido Europa el único continente al que ha llegado este mal, se cuentan a cientos los casos en Asia, África y América del Sur.
Se ha previsto que hoy se celebre una cumbre mundial de urgencia para tratar de curar esta enfermedad. Parece que los gobernantes de la Tierra han estado de acuerdo en que hay que buscar una solución global para detener la plaga y se han mostrado dispuestos a dialogar, concertar y ceder en lo que haga falta. Se han abandonado las armas en todos los conflictos que se estaban produciendo alrededor del globo con el firme propósito de luchar juntos contra este misterioso virus. A pesar de todos los esfuerzos, las primeras opiniones apuntan a que será imposible detener los efectos devastadores del germen.