La noticia pertenece a los Anales de la Santa Inquisición posmoderna, progresí y feminista: un Nobel británico ha sido condenado en un auto de fe por machista tras afirmar que “cuando las mujeres científicas están contigo en el laboratorio pasan tres cosas: te enamoras de ellas, o ellas se enamoran de ti; y cuando las críticas, lloran".
Timothy Hunt, de 72 años, premio Nobel de fisiología y medicina en 2001, y profesor-investigador emérito del University College London (UCL) ha resultado un hereje contra lo políticamente correcto por una broma sobre las científicas.
Aunque se arrepintió públicamente de su pecado, la UCL anunció su destitución y la Royal Society, antes orgullosa de él, también lo condenó solemnemente.
Obtuvo el Nobel en compañía de otros dos científicos por sus descubrimientos de las ciclinas y las quinasas dependientes de ciclinas, familias de proteínas involucradas en la regulación del ciclo celular, base de toda existencia.
Un genio de la ciencia, pero su chiste enfadó a las feministas –las feminazis querían encarcelarlo por incitación al odio-- y a los policías de lo políticamente correcto que vigilan y condenan las herejías en lo que era el templo de la libertad, la universidad.
Puestos a elegir entre un burro respetuoso con la corrección política y un sabio iconoclasta que descubre cómo salvar vidas, la piara prefiere al burro.
Sin embargo, un grupo de científicas del mayor nivel confesó que habían reído la chusca ocurrencia, aunque no fuera tan genial como su autor: ellas saben que los trabajos de Hunt valen mucho más que cualquier burla suya.
Que se encapirote a una mente científica privilegiada para satisfacer al feminismo carente de humor es un crimen grotesco.
Es la vuelta a la Inquisición, otra santa yihad que impide bromear sobre lo sagrado y que condena al hereje a arder en la hoguera.
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