Quizá si tuviéramos un pensamiento más bien antropocentrista, nos quedaríamos admirados por todas las majestuosas estructuras que puede construir el ser humano. Su capacidad para ponerse de acuerdo, la inteligencia para construir estructuras colosales y de gran belleza…
Pero, no sé si a vosotros os recorre el mismo sentimiento por el cuerpo cuando observo, detenidamente, la naturaleza. Seguramente este sentimiento pueda compartirlo con muchos de mis compañeros de la facultad. Ese “don” de quedarse boquiabierto ante cualquier "insignificante" ser vivo que pase por delante nuestra, e intentar entenderlo en su totalidad como individuo o como un ser que forma parte de toda una complejidad.
Hablo de un sentimiento que se puede captar en nuestro ambiente y que hace que cada vez que salgo al campo a observar, me vuelva con una sonrisa de oreja a oreja por haber podido “entender” un poco más del mundo en el que vivimos.
Y ahora me gustaría poneros algún ejemplo de la complejidad de nuestra madre naturaleza.
Uno de los mejores ejemplos para mí son los insectos sociales, realmente me fascinan.
Los himenópteros forman uno de los mayores órdenes de insectos con una multitud de formas de vida, destacando los himenópteros sociales entre los que se encuentran hormigas, abejas, avispas, abejorros...
Hablemos primero de las hormigas, esos pequeños artrópodos que vemos en el suelo y que viven bajo tierra construyendo túneles y cámaras, cada una destinada a una función específica.
Algunas especies de hormigas han llegado a tal punto de complejidad que son capaces de domesticar pulgones, sí por muy raro que suene.
La especie Lasius niger ha domesticado a una especie de pulgones, los cuales han llegado a perder la capacidad de alimentarse.
Es decir, como la hormiga no les lleve el alimento a la boca, estos no comen. Algo parecido a nuestros animales domésticos. Lo interesante es que, a cambio, estos pulgones se dejan “ordeñar” una sustancia dulce de la que las hormigas se alimentan.
Pero no todo queda ahí, sino que en la especie Lasius flavus no sólo se dedica a “ordeñar” pulgones, sino que los pulgones menos productivos son consumidos como una buena fuente de proteínas.
Al igual que algunos de nuestros animales domésticos, muchas especies de pulgones ya no existen en estado silvestre, sino sólo en los hormigueros donde son criados por éstas hormigas.
Por otro lado tenemos las termitas. Algunas especies de termitas de África, construyen nidos de varios metros de alto. Muchas de ellas hacen una especie de simbiosis con un hongo llamado Termitomyces. Este hongo es cultivado en un sustrato vegetal que sirve de abono, entonces el hongo pre digiere los vegetales con el fin de que las termitas puedan asimilarlo mejor. De este modo tenemos ¡termitas granjeras!
Por último me gustaría comentaros un método de reconocimiento muy peculiar que tienen los insectos sociales, la llamada trofalaxis. Este gesto es una especie de "beso" por el cual los insectos sociales son capaces de repartirse la comida para que toda la población esté bien alimentada, transferirse hormonas como método de reconocimiento, o incluso en algunas termitas pueden transmitirse bacterias y protozoos intestinales necesarios para la digestión de la madera.
Después de esta pequeña introducción a uno de los mundos en miniatura que nos ofrece nuestro planeta, ¿No creemos que merece la pena conservar todas estas pequeñas partes que hacen que nuestro planeta sea un planeta vivo?
Ya no sólo hablando de insectos, sino de todas las especies de animales y plantas que conviven con nosotros y que cada día estamos poniendo en peligro. Deberíamos replantearnos nuestra forma de vivir y de actuar, porque bajo mi punto de vista, muchos de nosotros no sabemos todo lo que estamos perdiendo.
Un saludo.
Pablo Escribano.