Revista Opinión

Inseguridad social

Publicado el 20 noviembre 2009 por Edu_rob
‘No sabemos lo que nos pasa, y por eso nos pasa lo que nos pasa’. La frase no es mía, pero nos la podemos aplicar todos, y en muchas circunstancias. Hoy me vale para empezar a hablar del sistema sanitario público español.
El concepto de seguridad social es grandioso. Se refiere al bienestar social relacionado con la protección o la cobertura de las necesidades socialmente reconocidas, como la salud, la pobreza, la vejez, las discapacidades, el desempleo y otras. Suena a música celestial. Lo he sacado del Wikipedia. A mi no me salía.
El problema es que para que la máquina funcione en el largo plazo, hay que gestionarla bien. Con criterio, a ser posible económico. Y bajo el sistema vigente, el chiringuito no es sostenible en el futuro actual. Lo dice un concienzudo estudio elaborado por el profesor Luís Garicano, el economista español con más prestigio internacional. Por eso mismo nadie le conoce en España.
Pero pongamos las cosas en su sitio. El punto de partida del sistema sanitario español es fantástico. Nuestra sanidad es un referente internacional, por su universalidad y su nivel de acceso. En consecuencia, nuestra esperanza de vida es la más alta de Europa, 81,1 años, 1,3 años superior al promedio europeo. Los daneses, siempre admirados, cascan 3 años antes que nosotros.
Y ahora viene el primer desengaño: ‘Españoles, nuestro sistema sanitario no es gratuito’. No. Nos cuesta 1.300 euros por persona y año. Nada es gratis en la vida. Y la situación financiera por la que atraviesa es muy complicada. No se trata de vivir del cuento del lobo. Se trata de afrontar la realidad y de plantear soluciones.
Es verdad que las medidas propuestas son difíciles de asumir, pero es que la vida es un difícil ejercicio práctico y, desgraciadamente, el todo gratis para todo el mundo durante todo el tiempo, no sólo no vale, sino es que además es imposible. Y por eso genera debates entre los malvados economistas.
Supongo que nadie se sentirá agraviado si decimos que se abusa del sistema sanitario. Que somos medicodependientes. Que calibramos la labor del médico en función del número de recetas que nos llevamos firmadas a casa. Y esta vez tenemos que responsabilizarnos todos. No podemos comportarnos como si nuestros actos no tuvieran consecuencias.
El uso que los pacientes hacemos del sistema es un disparate. El españolito medio acude al médico más de 8 veces al año. Un 40% más que el promedio de la UE. Y el gasto per cápita es un 40% superior al de países de nuestro entorno.
Las fórmulas propuestas son conocidas. Debemos poner en marcha medidas económicas que disuadan el sobreuso. Ningún recurso es infinito, querido paciente. Y habrá que volver a debatir, sin nerviosismo, sobre la introducción de alguna tasa que haga más racional el consumo de medicina general. En definitiva, que exista un cierto coste de ir al médico.
Bastaría introducir un precio simbólico. Uno o dos euros por consulta, por ejemplo. Nos podríamos poner de acuerdo en rebajar o anular este coste en determinadas circunstancias: En función de la renta, para tratamientos crónicos, para pensionistas….. Se podría fijar un coste anual máximo….. En definitiva, es preciso desincentivar el malgasto de recursos, con la única finalidad de poder dedicarlos a las personas que más lo necesitan.
Y esto es sólo el principio. Los profesionales del sector también deben ser sometidos a la racionalidad eficiente del sistema. No se entienden determinadas diferencias entre regiones en el uso de pruebas diagnósticas; resonancias, mamografías, TACs,…. Y es preciso evaluar la gestión de los hospitales, y que ésta tenga consecuencias.
El debate está abierto aunque, por esta vez, todos estaremos de acuerdo en que nuestros botiquines caseros son la mejor prueba de que algo no funciona bien.
Por cierto, la cita del comienzo es de un tal Ortega y Gasset.

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