El mercado -ya lo hemos experimentado- no es ninguna solución mágica, como se nos ha pretendido "vender" justo antes de la crisis finaciera que aún asola a los ciudadanos de buena parte del mundo.
Porque ese presunto mercado mágico, gracias a sus descontroles, al que había que abandonar cualquier razón política, social, así como las finalidades intrínsecas de las profesiones (jurídicas, de salud, de comunicación, etc. etc.) venía acompañado de la avaricia y la corrupción como ragos inherentes de su sistema.
Mario B. Curátolo publica hoy en Fronterad.com un interesante ensayo acerca de lo que podría sintetizarse diciendo "alquimistas financieros a la búsqueda de la pieda filosofal". Lo hace a partir del análisis de Inside Job, el film documental de Charles Ferguson, ganador del último premio Óscar.
La idea central del ensayo es la que figura en el título y refleja la imagen que lo ilustra, en la que puede verse, sobre el cartel inicial del film, la AAA que estos últimos días ha circulado por todo el mundo en boca de Obama. Una AAA que ahora resulta más que discutida, precisamente cuando el grado de confianza de las finanzas estadounidenses ha sido degradado...
La llegada a las pantallas de los cines españoles de la película documental Inside Job,dirigida por Charles Ferguson, nos ha permitido reflexionar sobre nuestro sistema económico y, en particular, sobre cómo consumidores e instituciones en Occidente han reaccionado antes y durante la crisis financiera más grave de los últimos años.
En cierto sentido, este documental pone en evidencia patrones de comportamiento que se creían extinguidos en las sociedades avanzadas.
La avaricia y la desidia, consideradas más propias de sociedades con altos niveles de corrupción y clientelismo, junto con la ausencia de garantías jurídicas necesarias para operar en dichos países, reforzaron en Occidente la convicción de la superioridad ética y moral de su sistema económico y político.
La película Inside Job desvela cómo los modernos alquimistas financieros se adjudicaron el monopolio de la piedra filosofal prometiendo transformar en oro todo lo que tocaban. La imperiosa necesidad de Occidente, y en particular de Estados Unidos, de buscar fórmulas que limitaran su condición de economía madura y relanzaran el crecimiento, llevó a la administración del presidente Ronald Reagan a marcarse como objetivo ideológico explotar al máximo las virtudes de la libertad de mercado.
Economistas y financieros alimentaron durante este período, más que en ningún otro momento, la convicción de que los males que lastraban la economía estadounidense estaban en el cúmulo de medidas reguladoras que, como una camisa de fuerza, impedían el desarrollo económico del país.
(...)
Y -tras detenerse en variadas consideraciones- concluye:
(...) Al igual que los alquimistas de la edad media, que buscaban en la piedra filosofal la solución mágica a los problemas del mundo, los alquimistas financieros del siglo XXI buscaban crear riquezas sin límites con la piedra filosofal de los CDOs [productos financieros llamados Collateralised Debt Obligations, básicamente los "bonos basura"]. El poder de encantamiento del instrumento estrella de estos falsos profetas pronto perdió su capacidad de convicción dejando a miles de personas en el mundo sumidas en una crisis de proporciones nunca antes vista y de solución incierta.
Es necesario romper el hechizo del carácter imprescindible de estos modernos alquimistas y recuperar el control político y representativo del gobierno con personas que devuelvan la economía a la senda del crecimiento en un contexto de prudencia, coherencia y responsabilidad. Mantener en puestos clave a falsos profetas financieros cuyos comportamientos desmienten su compromiso con las empresas, clientes y los gobiernos a quienes representan, solo retrasaría las reformas requeridas, lo que condicionará el desarrollo económico futuro.
La película documental Inside Job, de Charles Ferguson, no debería interpretarse en clave conspirativa, como si tratase de un filme que busca desvelar la trama secreta de un trabajo hecho desde dentro de la administración estadounidense, planificada y ejecutada en los despachos de las grandes instituciones financieras, sino, más bien, como un intento serio y meditado de cuestionar las bondades asociadas al uso de la desregulación como instrumento para alcanzar mayores cuotas de bienestar económico.
Si las personas somos como somos, la experiencia nos dice que, tanto nosotros como lo que hacemos,necesita algún tipo serio de regulación (incluso autoregulación), para no convertirnos en elegantes animales salvajes, ni hagamos crecer en derredor una inhumana selva social.