Para allá que me fui la otra noche a ver el chiche nuevo éste del James Wan, Insidious, del que tanto se está hablando, la mitad habla muy bien, la otra mital muy mal, y los que ni una cosa ni la otra son los listos de la clase, porque no andan perdiendo ni su tiempo ni su dinero en semejantes mierdas.
En principio la cosa empieza como peli de casa de familia acomodada americana encantada. Lo hemos visto cientos de veces. ¿Por qué nunca se hacen pelis de chozas encantadas de tribus etíopes o amazónicas? ¿Iglúses embrujados? ¿El velero de Pérez-Reverte poseído por el espíritu tentacular de Cthulhu?. No sé. Algo más de imaginación y variedad, cojones... El caso es que enseguida te apercibes de que el tío éste, James Wan, lo que en realidad quiere decirte es que de pequeño se la zumbó mucho viendo el Poltergeist del dúo Hooper-Spielberg, siendo hasta tal punto así que lo que Wan quiere hacer pasar por tributo acaba siendo una copia tirando a mediocre, sobre todo en la parte final, donde el directorzuelo pierde los papeles y convierte el Más Allá en una especie de polución nocturna freaky que ni el peor Tim Burton.
Este hombre, a Wan me refiero, no ha asumido, al parecer, que ya no está metido en la puñetera saga Saw, en la que la semántica enferma y masoca heredera de Seven funcionaba a las mil maravillas; tampoco conoce, al parecer, una lección tan elemental y de cajón del fantástico: que cuando se trabaja con materiales sobrenaturales, menos es más, y sugerir es más acojonante que mostrar. Así que cuando ves al protagonista pegarse de hostias con un fantasma en el Más Allá ya puedes ir echando el cierre... De la máscara antigás para la sesión de espiritismo mejor ni hablemos.
Esta peli es un suspenso gordo, amigos. Cuando lo que provoca más pavor en toda la película son las apariciones de botoxomizada Barbara Hershey es que hay un buen montón de cosas que has hecho muy mal. Digo yo.