Insistir es una de las principales claves para poder mejorar tu efectividad. Insistir es también uno de los principales obstáculos para poder mejorar tu efectividad. ¿Cómo es posible esta paradoja?
Como ocurre con otras muchas cosas, insistir puede ser algo muy bueno o algo muy malo. Todo depende de los matices, de cuándo, cómo o por qué insistamos.
De hecho, el ser humano es insistente por naturaleza. Siempre estamos insistiendo, aunque la mayor parte del tiempo no seamos conscientes de ello. Otras veces, sin embargo, necesitamos ser conscientes para poder insistir.
Dice la RAE que insistir es «mantenerse firme o constante en algo», lo que a priori puede dar la sensación de que va a requerir un cierto esfuerzo. ¿Es esto realmente así?
Nuestro Sistema 1 (Kahneman) tiende a minimizar todo lo posible el consumo de energía mental, y dejar las cosas como están. Según esto, «mantenerse constante» es una de las mejores formas de conseguirlo, de no esforzarse en absoluto.
Sin embargo, cuando empezamos a hacer algo nuevo, nos cuesta un esfuerzo, ya que lo lleva a cabo nuestro Sistema 2.
La única manera de que nos deje de costar ese esfuerzo es que deje de gestionarlo el Sistema 2 y pase a gestionarlo el Sistema 1, para lo cual hay que generar un hábito. ¿Cómo se genera ese hábito? Insistiendo con esfuerzo.
Insistir, amenaza para tu efectividad
La única manera de mejorar tu efectividad es haciendo las cosas de manera distinta.
Como decía Einstein, «locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes», lo que también podría haber expresado como «locura es insistir en lo mismo y esperar obtener resultados diferentes».
¿Por qué insistimos de forma equivocada?
Una de las razones es por comodidad. Como explicaba antes, cambiar requiere un esfuerzo, mientras que mantenerse constante, insistir en mantenerte donde estás, no requiere ninguno. No cambiar por comodidad es la opción preferida del Sistema 1.
Cuando insistimos por comodidad, nos encontramos ante la pereza, y la pereza es incompatible con la mejora de la efectividad.
Otra de las razones es por soberbia. Con frecuencia, nuestros sesgos cognitivos nos hacen creer que somos más inteligentes o más especiales de lo que realmente somos. Pensar que lo que ha demostrado gente más inteligente que nosotros está equivocado, o que lo que sirve para todo el mundo a nosotros no nos sirve, son ejemplos de esta soberbia.
Cuando insistimos por soberbia, nos encontramos ante la obstinación, y la obstinación es incompatible con la mejora de la efectividad.
Insistir, fortaleza para tu efectividad
Para que hacer las cosas de manera distinta de como las haces ahora sea algo sostenible, tienes que lograr que hacerlas te deje de suponer un esfuerzo.
Cuando empiezas a hacer algo de manera distinta a la habitual, es tu Sistema 2 quien tiene que encargarse de ello. Cualquier actividad que realiza el Sistema 2 conlleva un esfuerzo y cansa, ya que consume grandes cantidades de energía mental.
Para que eso deje de ser así, tienes que conseguir que sea el Sistema 1 quien se encargue de ella en lugar del Sistema 2. ¿Cómo? Generando un hábito. ¿Cómo? A fuerza de repetir, repetir y repetir, una y otra vez, eso que te cuesta esfuerzo, hasta que deje de costártelo. Los hábitos se crean a fuerza de insistir.
La gran paradoja de la efectividad es que la única forma de que algo te deje de suponer un esfuerzo en el futuro es que te suponga un gran esfuerzo en el presente.
¿Qué necesitas para insistir de la forma adecuada?
Por una parte, necesitas compromiso, pero compromiso del de verdad. Sin él, es prácticamente imposible que superes los «baches» que, con toda seguridad, aparecen antes o después en todo proceso de mejora y cambio personal.
Cuando insistimos por compromiso, nos encontramos ante la coherencia. La coherencia entre lo que decimos que queremos y lo que hacemos para lograr lo que queremos es indispensable para la mejora de la efectividad.
Por otra parte, necesitas humildad. La humildad conlleva reconocer que probablemente eres menos inteligente y especial de lo que te gustaría creer y aceptar que la solución a tu problema depende únicamente de ti.
En la medida que culpes a una herramienta, o a una metodología, de tus fracasos en el proceso de mejora, por no adaptarse a tus características específicas, te estarás alejando de la humildad.
Cuando insistimos por humildad, nos encontramos ante la perseverancia. La perseverancia es el único camino hacia la mejora de la efectividad.
Conclusión
Todas las personas insisten, y lo hacen constantemente.
Hay personas que insisten en no cambiar, en hacer las cosas como siempre. Esto es obviamente muy cómodo, pero sin cambio es imposible la mejora.
Hay otras personas que insisten en lograr el cambio que desean. Esto requiere indudablemente un esfuerzo considerable, pero es el único camino.
Pretender que las cosas cambien sin esfuerzo, simplemente porque nos lo merecemos, es un ejemplo de soberbia.
Lograr que las cosas cambien con esfuerzo sostenido, entendiendo que esa es la naturaleza del cambio, es un ejemplo de humildad.
Cuando insistir va acompañado de soberbia, la obstinación nos mantiene anclados a dónde estamos y la mejora de la efectividad es imposible.
Cuando insistir va acompañado de humildad, la perseverancia nos acerca paso a paso a dónde queremos estar y la mejora de la efectividad se hacer realidad.
Insistir, ¿fortaleza o amenaza para tu efectividad? Todo depende de ti.