Finalmente la coca dejó de ser un producto al alcance de los trabajadores y de los norteños en general. Los constantes aumentos de precios que sufrió en los últimos meses está teniendo un pico exorbitante durante el aislamiento social obligatorio, dejando a miles de salteños imposibilitados de adquirir siquiera un mínimo de hojas.
El kilo hoy cotiza a partir de los 8.000 pesos la común y no tiene techo para la gran variedad de seleccionadas existentes en el mercado local. Hay quienes la ofrecen a 10.000, 12.000, 14.000 pesos y más. Lo más llamativo es que hace exactamente un año podía conseguirse todavía a 600 pesos el kilo. La bolsita típica de 20 g para el consumo diario, ronda los 300 pesos. Con estos valores, ya nadie piensa en comprar el famoso cuarto, apenas llegan a una bolsita.
El ancestral hábito de coquear de los pueblos andinos y rurales prácticamente quedó desterrado de estas latitudes, producto principalmente de la especulación.
Si bien la pandemia de coronavirus le dio la estocada final, la hoja de coca venía sufriendo los embates de los abusos y de la búsqueda de una rentabilidad desmedida. Su precio se vio afectado en los últimos años por la variación del dólar oficial, del blue, de los combustibles, de la canasta familiar, de la campaña electoral en Bolivia, luego de los conflictos internos del altiplano, del clima y de los vaivenes de la política de cabotaje. En definitiva, cualquier viento de cola arrastraba su precio hacia arriba llevando a la sensibilidad del acullico a niveles de las acciones en la bolsa de valores. Y hoy por hoy, ya nadie coquea.
La crisis económica provocada por la pandemia, sumado a los precios inalcanzables de la coca generaron un cóctel difícil de tragar. Y muchos se están acostumbrando a no coquear y tal vez en pocas semanas, la coca pase al olvido y la tradición se transforme en un recuerdo.
Fuente: El Tribuno
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