Me abrí una cuenta Instagram hace unos días. Oí a una amiga hablar de su cuenta y pensé que yo también quería una. Así soy de original.
Qué cómodo. Qué rápido. Ya que no tengo tiempo para el blog, me quito un poco la espinita. Además está muy de moda, y de paso cotilleo a las famosas.
Hay fotos muy bonitas. De ropa, de sitios, de animales, de comida. Unos paisajes, unos colores. Unos niños preciosos en unas casas ideales.
Desayunando, paseando, en casa, en el coche. Cualquier momento es bueno. Click, click. Fotito y ya. Esto es para mi. Aunque no tengo una vida muy interesante. Bah, si no me sigue nadie. Que más da.
Pero creo que no voy a poder.
El otro día estuve leyendo sobre ideas para desayunar sano. Me llamó la atención una tostada de aguacate. Me encanta el aguacate. Qué buena idea la tostada. Mañana me hago una.
7h30. Suena el despertador. A la cocina. Preparo el pan. Machaco el aguacate. Se me enciende la bombilla. Voy a hacer una foto y colgarla en Instagram. Con este verde tan bonito, quedará genial. Venga. Foto. Vaya, queda regular. A ver si lo arreglo. Parece que no. Bueno, así está bien. Mejor otra. Repito. Puf, que feo. Espera que se despierta el niño. Que quiere cereales. Toma. Y la leche. Venga, última foto. Si, hijo mío, mamá está haciendo una foto a una tostada. Porque sí. Porque es bonita y es sana. ¿Quieres una? Una foto más. No tiene remedio. Venga, así mismo. Pongo un filtro. Vaya, ahora la niña. Toma tu cuchara y que tu hermano te eche la leche. Mamá está ocupada. El filtro. No sé cual poner. Da igual, no se arregla. Queda fatal. Pero ya que me he puesto. Venga, un mensaje. Qué hambre. Quiero café. Le doy ya a publicar.
Muerdo la tostada. El pan está blando.Se me ha hecho tarde. No ha sido una buena idea.
Esto de Instagram no es tan fácil cómo parece.