Revista Educación

Instante congelado

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Instante congelado

Fueron algunos segundos, no sabría decir si llegó al minuto. Desde el agua observé inmóvil una escena que sucedía por fuera de la piscina en la que me refrescaba una tarde calurosa de octubre. Un hombre de mediana edad secaba a una niña pequeña. Le rebujaba el pelo con una toalla para secarla y provocaba sus graciosas risitas; luego le quitaba el bañador mojado y con tierno cuidado le ponía ropa seca; la abrazaba y ella le correspondía con un beso. Le colocaba un gorro en la cabeza y le colocaba unas sandalias.

En ese instante se acercaba una mujer, también de mediana edad, llevaba de la mano a otra niña de similar edad; cogía una toalla, la envolvía alrededor de su pequeño cuerpecito, mientras ella se calzaba sus esclavas. Entonces sacaba un cepillo de una bolsa, se desenredaba el pelo y se lo recogía con una pinza. Con rapidez asombrosa se cambiaba el biquini mojado bajo un vestido largo y se ponía otra prenda similar. Ipso facto cambiaba también a la niña y le ponía un traje sin mangas.

La pareja y las dos niñas emprendían a continuación la marcha con paso lento, cada vez más lento, más y más lento... hasta que tras diez o quince pasos se detuvieron por completo, como si el tiempo parara.

En ese minuto, no creo que más, no se oyó el ruido del mar, ni el graznido de las gaviotas que acechan con vuelo cercano algún pescadito que la ola pudiera dejar desorientado en la roca. Miré a mi alrededor y todo se había detenido, la gente no se movía, el mar no batía contra las piedras de la piscina, el cielo inmóvil se volvió gris y solo se movían unas nubes gordas que se multiplicaban rápidamente.

Al segundo el tiempo volvió a correr, todo recuperó su estado inicial. Los bañistas chapoteaban en el agua, el mar volvió a reventar contra las vallas de la piscina y rápidamente busqué con la vista a la pareja con las niñas, que continuaron su camino, alejándose de la escena inicial a buen ritmo. Fue en ese instante cuando tuve la extraña sensación de que aquella, la que estaba viendo, era mi vida, que había asistido a una escena cotidiana de mi verano. Esbocé una sonrisa y sentí alivio. Me había gustado lo que había visto.


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