Veo a mi hija de 33 meses coger a su bebé-muñeca, acunándola, dándole de comer, riñéndola, besándola... y que venga alguien y me diga que el instinto maternal no existe, que me intente convencer de ello.
Que se intente negar, por los motivos que sean, es otra cosa. Que se haya priorizado la vida laboral, por ejemplo, aunque yo me pregunto, tal como están las cosas, les habrá valido la pena? Que se haya renunciado por un hombre... les ha valido la pena acatar el deseo de este, o la condición, de no tener hijos?
Son varias las mujeres que me han contado que en su momento no se atrevieron con la maternidad en solitario, otras que esperando al Príncipe Azul (sí, aquel que no existe) se quedaron sin príncipe y, sobre todo, sin la posibilidad de tener hijos.
Pero cada uno es responsable de sus decisiones.
Lo que me sabe mal de verdad, que lo siento de corazón, es por todas aquellas mujeres en solitario o en pareja que desean con toda su alma ser madres y por motivos varios no lo consiguen. Yo las animaría a ponerse en manos de profesionales. En este país tenemos la gran suerte de tener unas clínicas excelentes.
Aunque no siempre es un camino de rosas, para mí sentir crecer una vida en tu interior y tener la posibilidad de educar a una persona es el mejor regalo que nos da la vida.