Sostenga que su técnica apesta.
Que sus metáforas provocan involuntarias carcajadas.
Que comprende su desprecio por la métrica
después de comprobar la de su polla.
Alabe en público y privado a otro poeta
preferiblemente más joven y apuesto.
Acuda a sus recitales borracha y ensayando aspavientos.
Márchese a mitad de la tercera estrofa del segundo poema.
No acuda a sus recitales ni borracha.
Insulte a sus aduladores y aduladoras.
Preferiblemente si son más jóvenes y apuestas.
Venda a un precio ridículo sus libros en el rastro.
O colóquelos clandestinamente en el Carrefour.
Preferiblemente en la sección de autoayuda.
Señale obsesivamente sus faltas de ortografía e higiene.
Escóndale la bebida.
Dele dinero.
Deje como al descuido que beba agua después de medianoche.
Llámelo mojabragas, plagio de Marwan, envidioso de Escandar.
Adorador oculto de García Montero.
Pero si realmente su intención es destruir a un poeta:
no lo lea.