Revista Espiritualidad

Instrucciones para los que despiertan

Por Tara

INSTRUCCIONES PARA LOS QUE DESPIERTAN El despertar de la luz espiritual en un ser, trae como consecuencia la depuración de la energía de los cuerpos de los cuales dispone. También trae la elevación de su propia vibración y virtudes que amplían el grado en el que su consciencia refleja la vida de núcleos profundos. Los contactos internos no son un privilegio de pocos. La mente, con su discernimiento, fue concedida a los hombres para que construyesen con ella un puente con la vida interior. El momento en que los contactos internos se revelan a la consciencia es secreto y desconocido. Está regulado por leyes y ciclos que trascienden la percepción humana actual. Una de las consecuencias fundamentales de los auténticos contactos internos es la aproximación, a la vida concreta, de las energías y  cualidades sublimes de la consciencia que despertó a lo divino, y la transmisión de estímulos para la realización de la parte del Plan Evolutivo que le corresponde cumplir a la humanidad. El grado evolutivo de un ser no se puede medir y, por lo tanto, no debería ser objeto de comparaciones o de comentarios. Sin embargo, se necesita cautela frente a los que difunden sabiduría sin que esta esté en los actos de su vida. La expresión externa de un individuo está siempre por debajo del nivel alcanzado por sus núcleos interiores; aun así el descompás entre esos niveles de consciencia se reduce progresivamente a medida que el ser crece en fidelidad y obediencia a lo que le es indicado internamente. Si al ascender el ser mira hacia atrás, podrá desviarse del rumbo, habrá de apartarse de la meta, y perder la claridad que lo guiaba. Una de las pruebas que sucesivamente, y de modo cada vez más sutil, es presentada al aspirante, al discípulo o al iniciado, es la trascendencia de la ilusión propia del nivel donde está polarizado. Para que las leyes de un nivel de consciencia puedan ser aprehendidas, es necesario total desprendimiento de lo que es conocido y de lo que ya fue adquirido, pues las leyes y sus corolarios difieren entre un plano y otro, y una misma realidad se presenta de modo diferente en cada nivel donde se expresa. En la senda interior, es imprescindible absorber las energías y las vibraciones de niveles inmateriales e irradiarlas en silencio. De esta manera, con mayor rapidez se atraviesan los velos que separan a la consciencia humana de otras realidades. Hoy más que nunca es apremiante que el ser no se identifique con aspectos formales y que afirme su adhesión a la esencia creadora. Al estar encarnado en el mundo tridimensional, el individuo deberá actuar en él, pero teniendo la consciencia de que no pertenece a él. Con la ampliación de la consciencia, el hombre aprende a ver con los ojos del alma. Si a esta le son ofrecidos los frutos de su labor, él se torna un colaborador del Plan Evolutivo. Deberá, entonces, alcanzar rellanos más altos; será la ígnea percepción del nivel monádico lo que le dará, de manera cristalina, las claves de su tarea junto a la Jerarquía. Aunque no esté despierto y estable en ese elevado nivel, la gracia siempre está actuando y, bajo el aura del Instructor interno, podrá ser tocado por energías cósmicas. Es esencial adherir a lo que trasciende toda corporalidad y tiene raíces en el centro del universo. El trabajo de la Jerarquía está, en estos tiempos, enfocado principalmente en el nivel monádico y más allá. Las sublimes consciencias, seres y entidades que se proyectan en los niveles inframonádicos, lo hacen como donación, pero manteniendo su polarización en los planos de origen. En lo que se refiere a la humanidad, las tareas en colaboración con la Jerarquía son, hoy, asumidas por la mónada: ese es el núcleo contactado y que debe regir todo el desarrollo del trabajo. Es importante que ciertos hechos internos se proyecten en los estratos materiales de la superficie del planeta. Aun más importante es que los seres se liberen de esos estratos y, en niveles puros, se encuentren despiertos por las fuerzas del caos. A loso que reconocen las realidades suprafísicas y establecen conscientemente contactos con niveles internos, les es pedido la práctica del desapego con la máxima precisión. La tarea principal de todos los hombres es amar la ley suprema. El único lazo a ser fortalecido en ellos es el que los une a esa incognoscible esencia de vida y poder.   Ninguna actividad, ningún servicio, debe oscurecer el brillo de la pura devoción y entrega. La devoción debe ser dirigida al Infinito. La unión, afirmada en el Creador y no en las criaturas. Como un actor, que representa diferentes personajes y sabe que, en realidad, no es ninguno de ellos, el colaborador del Plan Evolutivo debe actuar: vivir en el mundo lo que les esté destinado, sabiendo que no pertenece a él, reconociendo que su origen trasciende la vida material. El camino breve se revela a la consciencia que se deja atraer por la Vida Inanimada, portal del Absoluto que se encuentra en el universo interior del propio ser. Nada de este mundo debe retardar los pasos del ser rumbo a la superación del punto evolutivo alcanzado. Promesa alguna de buenos servicios, de encuentro con dádivas sagradas, de contactos con Instructores y Maestros debe llevarlo a olvidar su meta más profunda. En la vida del ser, todo debe estar en función de la meta única, y tener el propósito de conducirlo por la senda del espíritu. La realidad en los planos superiores no es construida por el yo consciente. Existe independientemente de la situación material y externa del ser o del planeta. Al despojarse de sí y vaciarse de todo lo superfluo, el ser deja resplandecer la luz de la esencia: dinámica, creadora, sin nombre y sin forma. Fuente: A los que Despiertan, de Trigueirinho

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