Cuando era obligatorio el servicio militar que preparaba a los jóvenes para la guerra, surgió un movimiento de insumisión que recibió las bendiciones progresistas, y que repite ahora el cronista al declararse insumiso ante la llamada ministra de Sanidad, Leire Pajín.
Todos los gobiernos del mundo buscan para estos puestos a profesionales del más alto nivel, no a coronelas de Pancho Villa que leen la mano y transmites fuerzas magnéticas, en el caso Pajín, desde su pulsera “Power Balance”, que se anuncia como milagrosa. Igual la integra en la Seguridad Social.
Es una falta de respeto a los 46 millones de ciudadanos del país que, en lugar de a los mejores expertos, que hay miles de ambos sexos, se le entregue nuestra salud a personajes insolventes y charlatanes de feria más entregados al horóscopo, las piedras mágicas y los ensalmos hechiceros que a la ciencia.
Sanidad es el ministerio social más importante. La antecesora de Pajín, Trini Jiménez, otra apparatchik, fue afortunada porque tomó posesión cuando aún quedaba dinero, y presume como si fuera un éxito haber gastado colosales cantidades de euros en vacunas inútiles contra la gripe A, en contra del criterio de los científicos más solventes.
El nombramiento de Pajín muestra el desprecio que siente Z. por los españoles, habitantes de un país de políticos insensatos.
Por ejemplo, un alcalde machista, médico militante del PP, no denuncia la ineptitud de la llamada ministra, sino que habla de su propia libido.
Mientras, el ministro José Blanco, en su obsesión anti-PP, sugiere en un mitin que Mariano Rajoy no es heterosexual, algo que también insinuó bromeando Alfonso Guerra, entre risotadas groseras y cómplices de sus conmilitones.
¡Qué nivel! Así que el cronista se declara insumiso a Pajín y apátrida ante quienes nos tratan como a cobayas: los experimentos, con gaseosa.