Construyendo un gesto integrador hacia la plaza urbana, la estructura principal del centro cultural se eleva sobre soportes para dar continuidad al espacio público. De esta manera, el espacio urbano se introduce en el vacío establecido para formar una pista de patinaje sobre hielo, atendiendo una actividad tradicional del lugar.
La continuidad de la topografía urbana establece una secuencia que permite el ingreso al edificio. El vestíbulo de recepción actúa como elemento de transición entre la plaza y los pisos superiores. En este nivel se encuentran también las áreas administrativas. Por encima, la sala de exposiciones y el auditorio constituyen el programa principal del centro.
Estas actividades se vinculan de manera fluida, formando espacios en doble altura adaptados a la volumetría del edificio. La sala de exposiciones ocupa en uno de los extremos los dos primeros pisos, vinculados por una rampa que permite al visitante la visión general del espacio.
En el otro, el auditorio moldea la curvatura inferior del edificio para disponer los asientos en pendiente. Los muros oscuros de la sala conducen la atención al escenario, construido en madera de tonos claros para acrecentar la intensidad de la iluminación. Un bar ubicado frente a la entrada del auditorio y un espacio de intercambio permiten visualizar parte de la ciudad, incluido el castillo que le da nombre.
La magnitud de la figura construida domina el paisaje urbano. El volumen suspendido revestido en madera y zinc contrasta con los soportes de hormigón y las construcciones estucadas del entorno, sin perturbar en demasía la armonia establecida con la plaza.
“La plaza es una superficie, una topografía elaborado en relación con el movimiento de los patrones de agua y construidos por pedreiros, después de que son abstractas pero no al azar. Flotando en esta superficie es un objeto. En su base, el agua congelada para formar una pista de patinaje”. Josep Lluís Mateo
Marcelo Gardinetti, marzo de 2014©
Fotografía: ©Adrià Goula
TECNNE | Arquitectura y contextos