En la tercera ronda del Torneo Masters Series de Roma, el campeón Andy Roddick se enfrentaba al español Fernando Verdasco. Era punto de partido a favor de Roddick. Cuando Verdasco sirvió por segunda vez, el juez dijo que la pelota había salido fuera y el público empezó a vitorear a Roddick. Verdasco se acercó a la red para el apretón de manos, como si el partido hubiera terminado.
Pero Andy Roddick no aceptó el punto. En lugar de hacerlo, dijo que la pelota había entrado e instó al juez de silla a que se fijara en una ligera huella en la tierra batida que demostraba que la pelota había aterrizado en la línea, no fuera. Sorprendido, el juez permitió que Roddick anulara su decisión y concedió el punto a Verdasco.
Los presentes quedaron asombrados. En un juego que no solía jugarse con arreglo al honor -sino a las decisiones del juez de silla-, Roddick volvió el punto en su contra y acabó perdiendo el partido.
Aunque Andy Roddick perdió el partido ese día, ganó algo mucho mas importante. Ganó credibilidad; ganó confianza. ¿Cómo le dio credibilidad esta exhibición de integridad? Considerémoslo de la siguiente manera: ¿cómo van a responder los árbitros la próxima vez que Andy Roddick ponga en tela de juicio una decisión del juez de silla? Lo más probable es que se tome ese desafío con el mayor de los respetos. Su reputación es de sobra conocida; su credibilidad le precederá.
Igualmente, ¿cómo cree que se sintió Andy Roddick con respecto a sí mismo? ¿Cómo podría haberse sentido si hubiera decidido aceptar el punto ganador, sabiendo que la bola no había salido?
El comportamiento de Andy Roddick en la pista aquel día se ha convertido para mí en un símbolo de lo que denomino la opción Roddick: hacer gala de integridad aunque suponga pagar un alto precio. Ilustra la evidente relación entre integridad, credibilidad y confianza, tanto con los demás como con uno mismo.
“El Factor Confianza”, Stephen Covey Jr.
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