Todo el mundo ha oído hablar de la famosa inteligencia emocional, pero ¿Qué es exactamente? Se trata de la capacidad que tiene una persona para entender y expresar de un modo socialmente correcto sus propias emociones, así como ser capaz de identificar y comprender las emociones de los otros; usando toda esta información para guiar nuestro pensamiento y nuestra forma de actuar.
Pero, ¿Qué es exactamente una emoción? ¿Se puede aprender a controlar las emociones?
Las emociones son reacciones psicológicas que aparecen ante determinadas situaciones, personas, objetos… y que van acompañadas de cambios en nuestro cuerpo acordes a cada emoción (Por ejemplo, nuestra voz, tensión muscular, nuestra expresión facial y corporal, el ritmo de la respiración o del corazón… varía de una emoción a otra). El objetivo de las emociones es el de impulsarnos a acercarnos o alejarnos del objeto de dicha emoción, teniendo por tanto una función adaptativa para nuestra especie.
Las emociones son inconscientes, aparecen de forma abrupta y son muy difíciles de modificar. Sin embargo, su duración no es mayor de 90 segundos. ¿Entonces por qué somos capaces de estar enojados un día entero? Vayamos a su explicación.
La emoción desencadena una serie de cambios neuroquímicos en una zona de nuestro cerebro llamada sistema límbico. Los ingredientes de estas sustancias varían dando como resultado las diferentes emociones; éstos se mezclan con nuestra sangre recorriendo todo nuestro cuerpo y provocando los cambios fisiológicos que comentamos antes. Sin embargo, el tiempo que tarda esta sustancia en ser metabolizada, es decir, en desaparecer por completo de nuestro torrente sanguíneo es de tan solo 90 segundos.
Pongamos un ejemplo, imagina que tu pareja ha tenido una mala reacción respecto a algo y te ha dicho un comentario que te ha molestado. Bien, ese comentario ha desencadenado una emoción: “enfado” poniendo en marcha todo el proceso psicofisiológico comentado anteriormente. Por esta regla, tras los 90 segundos deberíamos dejar de estar enojados. Pero, ¿Por qué no?
Cuando sentimos una emoción no nos limitamos solo a ‘sentir’; sino que nos ponemos a pensar en los porqués del enojo: (Me ha dicho que está cansado claro…y yo qué. ¿acaso yo no estoy todo el día trabajando duro también? Él es muy egoísta, solo piensa en sí mismo y que los demás nos encarguemos de todo, claro así cualquiera…) argumentamos y argumentamos nuestros pensamientos mezclandolos con la emoción del momento.
¿Qué está pasando? Que la emoción se renueva de nuevo, si no conseguimos desconectar del problema y seguimos machacando la idea que nos ha llevado al enojo, el ciclo de los 90 segundos nunca termina. Es más, si la idea asociada a la emoción es un problema que ya has tenido otras veces, la emoción puede seguir renovándose por sí misma con más facilidad que si se tratara de un problema novedoso.
La emoción por tanto dura solo 90 segundos, y lo que generamos a partir de ese momento cuando no conseguimos desconectar del problema se llama estado de ánimo.
El estado de ánimo es algo que aparece en nuestro interior y que generamos a partir de nuestras interpretaciones sobre lo ocurrido, la opinión que nos dan otras personas,etc. El estado de ánimo sí se puede modificar ¿cómo?
Desde el gabinete Psicólogos Málaga PsicoAbreu se aconseja tener algún pensamiento positivo o neutro antes de que pasen los 90 segundos, de no ser así, se implantará otro negativo que volverá a activar todo el proceso. Para hacerlo, podemos seguir simples consejos como contar hasta 100, dar un paseo, refrescarnos la cara, beber o comer algo, ver qué están poniendo en la tv, ver alguna imagen graciosa…. Esto hace que nuestra atención desconecte de la emoción tóxica y se concentre en otra más adaptativa o que al menos sea neutra durante el tiempo necesario para que no vuelva a desencadenarse todo el proceso emocional tóxico.
En resumen, por ejemplo, si un día vas de excursión ¿Qué puede pensar tu mente? hará mal tiempo, qué paisaje más bonito, seguro que me caigo contra una piedra, disfrutaré mucho del paseo, me picará algún bicho…Todo esto y mucho más se nos pasa por la cabeza, sin embargo debemos entrenar a nuestro cerebro a centrarse en cosas positivas como el paisaje y el paseo.