Revista Educación

Intento

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Intento

135249_10200830545704393_519861887_oUno intenta ser buena persona. Porque ha leído libros que lo recomiendan y porque se lo han dicho prójimos admirables, esos que se enfadan poco, y cuando lo hacen no se les nota. Uno, o sea, yo, cada día que pasa trabaja por no ser un cascarrabias malhumorado y hosco. Y a veces me voy a la cama pensando que en parte lo he conseguido, que ya no cojo nervios por cosas que posiblemente no pueda arreglar, que los disgustos se hacen más pequeños si los miramos desde un ladito -con pensamiento lateral que diría un De Bono cualquiera-, que la acidez de estómago, por obra y gracia del omeprazol bendito, ya no me enerva hasta el punto de apretar las mandíbulas y que me duela el cuello.

A fuerza de caídas y recaídas me he ido dando cuenta de que gastaba mucha energía en calentones, berrinches, vociferios, malas contestaciones, portazos, uñas masticadas hasta la sangre, repiqueteo de dedos en la mesa, piernas en constante movimiento “de máquina de coser”, y malentendidos varios y absurdos con todo y todos los que me rodeaban. Y después de que hago esta observación íntima, y aplico la solución de simplificarlo todo, me encuentro mejor, bastante mejor.

Sin embargo, hay días en los que, desde la mañana, uno empieza a encontrarse con mezquinos, antipáticos, brutos maleducados, maleducados sutiles, intolerantes, homófobos, crecidos, estirados, arrogantes, prepotentes, intrigantes… y esos días, por más que mis planes me ordenen a hacer lo contrario me entra un hervor, una indignación tal que me siento, casi como decía Rosendo, loco por insultar.


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