El torre se merecía un segundo intento. La primera vez que intentamos llegar hasta el glaciar, se terminó complicando, no era el mejor clima que podíamos tener así que decidimos dejarlo para más adelante y esperar un mejor clima. A medida que pasaban los días, no teníamos grandes ventanas de tiempo, pero nos servía para hacer otras cosas. En una de las tantas idas a Parques Nacionales, para chequear como venía el clima para los siguientes días, vimos que mejoraba un poco y que luego se pudría completamente. Terminamos decidiendo en hacer una visita relámpago. La idea era salir de El Chalten bien temprano, llegar hasta el glaciar y volver. La clave, era salir liviano, solo con lo indispensable. Aprovechamos ese mismo día y fuimos a comprar algunas cosas que pudiéramos comer en marcha, sin muchas vueltas. Para la noche ya teníamos todo preparado, desayuno, comida, equipo y lo indispensable, listo para salir temprano.
Arrancamos a las 8am, en dirección a la senda del torre. El día acompañaba y la tranquilidad del pueblo era absoluta. Íbamos con dos mochilas 40 y 30 litros bien cargadas, pero no se comparaban con las que estábamos acostumbrados a llevar, lo que nos permitía mantener un ritmo ligero, sumado a eso que no hacía ni mucho frío ni mucho calor, estábamos en una temperatura ideal para caminar. Sumado a que ya conocíamos el camino, nos llevó un poco más de dos horas legar hasta el camping D'Agostini. Llegamos antes de lo que teníamos pensado, así que aprovechamos a seguir un poco más.
Cruzamos la tirolesa y seguimos camino para el bosque. En ese momento a pesar de ser temprano, aún no era ni el medo día, comenzamos a notar que se levantaba un importante viento. Seguíamos cruzando el bosque para llegar al pedrero, veíamos como la copa de los árboles no paraban de sacudirse violentamente. En ese trecho nos cruzamos con algunas cordadas que aparentemente estaban volviendo para El Chalten y comenzábamos a preguntarnos si más adelante estaba complicado.
Cruzamos la gran cascada, luego entramos al pedrero donde ya no nos cubrían los arboles y el viento nos pegaba de lleno. Pegaba fuerte, al punto de que nos costaba hablar entre nosotros y de vez en cuando te dejaba sentado en el piso. El camino ya no estaba tan marcado sobre las piedras y el viento complicaba el camino.
Cuando llegamos a la par de la cara del glaciar, empezamos a dar vueltas, no veíamos por donde seguía y se cortaba el paso. Luego de buscar un poco e ir detrás de unas pircas encontramos por donde seguía el camino, por una cuerda fija. A todo esto, volaba mucha tierra y de vez en cuando alguna piedra golpeaban en la cara o en las cámaras de fotos. Así es como pasó. Intentamos filmar el recorrido cuando una piedra pegó en el lente y pasó a una mejor historia. Descendimos por la cuerda fija y vimos que estábamos a pocos metros del glaciar, una vista increíble. El viento seguía golpeando con fuerza y ahora nos caía una lluvia de piedras cada dos por tres. Intentamos seguir pero el cielo se iba cerrando de a poco.
Hicimos algunos pasos más, pero luego de esquivar algunas piedras que caían, que el viento nos deje sentados y el piso se desmorone, tomamos la decisión de volver por nuestros pasos, buscar un lugar más tranquilo, donde podamos comer, aunque sea reparados del viento y ver como seguía la tarde. Volvimos hasta el bosque donde el viento nos dejara tranquilo, cargamos agua en la cascada y nos dedicamos a comer los increíbles sandwiches que habíamos preparado.
Avanzada la tarde, no vimos muchas mejoras y cada vez el viento traía más nubes. No hubo más alternativa que retomar la vuelta para El Chalten a un ritmo muy tranquilo con tiempo y con la esperanza de poder volver en alguna otra oportunidad. Por algo el Cerro Torre y sus alrededores son considerados como uno de los lugares más emblemáticos.