LAS APARIENCIAS CUENTAN y mucho, también en política. Desde ese punto de vista resulta fácilmente comprensible la desolación con la que muchos trabajadores de Radio Televisión Española, incluidos los consejos de informativos y el colectivo Mujeres RTVE, recibieron la noticia sobre el acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para que el periodista Andrés Gil —sin experiencia en el sector audiovisual ni consenso— se pusiera al frente de la presidencia a propuesta de Podemos.Tan accidentado acuerdo, que ha provocado un profundo rechazo, por no citar el pacto entre ambos dirigentes políticos para que sea la formación morada la que proponga al nuevo presidente de la corporación, echa por tierra el anhelo de conseguir un ente público completamente ajeno al poder político. Con frecuencia, las cosas son lo que parecen y este proceso ha tenido todo el aspecto de ser un mercado persa, con una serie de candidatos —Ana Pardo de Vera o Arsenio Escolar, además de Gil—, cuyo respeto profesional nadie cuestiona, si bien parece evidente que no basta con ser buen periodista para gobernar una casa tan compleja.Como remarcan los propios trabajadores: interino como solución temporal, o elegido cuando se pueda poner en marcha el concurso, el candidato debe tener “un perfil independiente, ser un profesional con experiencia de gestión en el sector y que conozca y respete los valores de la radiotelevisión pública”. No parece mucho pedir, después de tantos años de lucha por parte de la plantilla.Por muy urgente que sea la tarea de acabar con esta era negra, y lo es, no puede ser peor el remedio que la enfermedad. Sánchez e Iglesias han cometido un grave error y a tiempo están de enmendarlo. Todavía pueden (y deben) convencernos de que ellos también creen en una RTVE de todos.Y ese convencimiento pasa, de forma inequívoca, por ir sentando las bases para que la corporación sea totalmente independiente, plural y libre. Repetir estas cosas a estas alturas de la película demuestra que ni el presidente del Gobierno ni el dirigente de Podemos han entendido nada. Recular está bien, pero mejor habría sido que nos hubieran ahorrado tan bochornoso espectáculo.Es fácilmente compresible que haya prisa porque salga adelante el decreto que acabe con el equipo de José Antonio Sánchez —se irá con el triste honor de haber protagonizado la etapa de mayor manipulación de la historia de RTVE—, pero no se puede hacer tan rematadamente mal. Aún están a tiempo de subsanar el error y aprender la lección para que no se vuelva a repetir.Si Sánchez e Iglesias tienen dudas, que sigan la dirección que forma tan nítida les están marcando los trabajadores del ente público: todavía pueden (y deben) pactar una candidatura intachable para la presidencia interina, que acompañe a RTVE hasta la independencia real.
A la espera de una pronta solución, pasará mucho tiempo antes de que podamos recuperarnos del desconcierto y el estupor causados por una maniobra fácilmente evitable. Bastaba con escuchar a los trabajadores que, desde luego, no han estado vistiéndose de negro durante meses para esto. Pero ya se sabe que no hay peor sordo que el que no quiere oír.