Revista Infancia
Hace unos días, una de mis seguidoras se puso en contacto conmigo para preguntarme si había tratado en el blog algunos temas que le interesaban. Y, como no lo he hecho, voy a ponerme a ello!
Me preguntaba que cómo evito la interferencia u opiniones de los suegros.
En mi caso, tanto mis suegros como mis padres tienen un papel muy importante en nuestra vida, ya que vivimos al lado unos de otros y nos vemos a diario.
Como todo en esta vida, esto tiene su lado bueno y su lado malo.
Es maravilloso poder contar con el apoyo y el cariño de nuestra familia siempre que lo necesitamos y nos ayudan muchísimo con David pero también tiene el inconveniente de que, al estar tan implicados en la vida y el crecimiento de nuestro pequeñin, es inevitable que nos den su opinión respecto a las decisiones que tomamos.
Antes de seguir quiero dejar claro que cada familia es un mundo, y que acerca de temas como este, solo puedo hablar desde mi propia experiencia, que diferirá mucho de tantas otras situaciones y relaciones familiares.
El tema de como encajar los consejos y opiniones de los demás siempre es difícil y, para no volvernos locas o acabar a la gresca con todo el mundo, deberíamos distinguir entre dos tipos de consejeros:
Por un lado está quien te aconseja y te da su opinión porque no tiene claro lo que estás haciendo y esta francamente preocupado por las consecuencias que puedan tener tus actos para tu hijo (en este grupo yo metería a mis padres, mis suegros y algunos amigos).
En este caso, yo he tomado varias actitudes. Al principio, cuando me decían, por ejemplo, que no tenía que tener a David tan pegado, que era mejor que durmiera solo, etc, yo trataba una y otra vez de convencerles de que estaba haciendo lo correcto.
Con el tiempo ví que esto no me conducía a ningún lado..Sacaba los mismos temas una y otra vez, con la intención de sentirme comprendida, pero lo que conseguía es que se interpretara que no estaba segura y que lo que hacía era pedir consejo. Y, como consecuencia de esto, una y otra vez me daban su opinión.
Así que, haciendo caso a papá y al sentido común tome la decisión de cambiar de estrategia.
Yo ya había dicho todo lo que tenía que decir y ya tenía claro cual era la opinión de cada uno al respecto. Así que no había mas que hablar.
Intento no hablar de según que temas y, cuando alguien me dice algo, escucho pero trato de no entrar a debatir. Todos saben cual es mi punto de vista, de la misma manera que saben que sigo adelante con mis decisiones a pesar de las opiniones ajenas.
Así que, salvo momentos puntuales y con personas puntuales (por desgracia no todo el mundo sabe respetar opiniones diferentes a la suya), el tema está bastante controlado.
Y continuando con los tipos de consejeros, por otro lado están aquellos que creen que su manera de hacer las cosas es la única valida y tratan de tirar por tierra tus razonamientos para sentirse mas fuertes.
Al principio lloré mucho por culpa de este tipo de gente, porque hablaban con tanta seguridad y prepotencia que me hacían dudar y llegar a plantearme que estaba haciendo todo terriblemente mal. Pero con el tiempo he aprendido a no escuchar a según que personas y me he dado cuenta que esa aparente seguridad no es real.
Detrás de esa seguridad, lo único que encuentras es a personas incapaces de ser autocriticas y, como consecuencia de esto, con ningún interés por conocer o plantearse otras opciones. Se encuentran muy cómodos en su posición, sintiéndose superiores a los demás y acusando de mal padre a todo aquel que no actúa de la misma manera.
A veces resulta muy complicado no entrar al trapo, pero creo que la mejor opción es ignorar por completo, sin molestarse siquiera en responder. Considero una perdida de tiempo hablar a quien no quiere escuchar. Me limito a aguantar el tirón calladita (siempre que no considere que se me falta al respeto, por supuesto) y no dejar que me afecten sus palabras. Y, como es lógico, trato de reuirme con esas personas lo menos posible.
La conclusión a la que yo he llegado es que no tenemos que tratar de convencer a nadie, pero tampoco dejar que las opiniones de aquellos a los que queremos dirijan nuestras vidas. Podemos escucharles y valorar su opinión, pero respecto a la vida de nuestros hijos, nosotros tenemos la última palabra.
Quien te quiere, lo aceptará aunque le suponga un esfuerzo. Y quien no lo acepta, es porque no te quiere, así que sus opiniones no te deben afectar en absoluto.
Nosotros, con nuestros más y nuestros menos, intentamos entendernos con padres y suegros, sin olvidar que son personas importatisimas en nuestra vida y en la de David y respetado sus opiniones, pero sin dejar que estas anulen las nuestras.
Al fin y al cabo, la vida de nuestro pequeño está en nuestras manos, y tenemos que asumir la responsabilidad que nos corresponde decidiendo lo que consideramos mejor para el, aún a riesgo de equivocarnos.
Es nuestra apuesta y no debemos consentir que nadie decida por nosotros.