Revista Belleza

Intermitentes

Por Itwoman

Como todas las madrugadas, iba conduciendo de camino al trabajo cuando al incorporarme a la autovía me dio por pensar en los intermitentes. En los del automóvil, no en las personas que aparecen y desaparecen de nuestra vida; que de eso también podría hablar. Insisto: era de madrugada, así que es comprensible que para espabilarme (todo lo espabilada que puedo llegar a estar, que no es mucho) se me ocurriera cualquier cosa. 

¿Habéis calculado cuántas veces hacemos tic cuando vamos conduciendo? Tic, tic, tic para desviarnos hacia la derecha. Tic, tic, tic cuando vamos a girar en una rotonda (aunque esto último no todos lo hacen). Los tics son incontables e inconscientes.

Todos tenemos nuestras manías conduciendo. En mi caso, necesito escuchar música (las noticias de la radio me producen o mucho sueño o muchas ganas de llorar) y tengo cierta fijación con conseguir que el tic del intermitente coincida con el ritmo de la música que escucho en ese momento.

¿Tengo un TOC con los tics? Es posible. 

En mi descargo, me gustaría insistir en lo de la madrugada. Nadie a esa hora es normal. Aunque como excusa es débil, porque esto de marcar el ritmo lo hago a todas horas. Hay una canción de los Beatles que me inspira especialmente:

“Hey” (tic) “You’ve got to hide your love away” (tic) y así mientras dure la canción. Probadlo. Es la canción perfecta para “bailar” con los intermitentes.

Mi otro problema con los tics (que no es un TOC) es que soy tan precipitada, que a veces cuando todavía no ha aparecido el cartel avisando de que mi salida de la autovía está a 1000 metros, yo ya he puesto el intermitente. Mi vehículo hace tic, tic, tic durante un buen rato, porque nunca circulo a más velocidad de la estrictamente permitida. El concepto de “velocidad anormalmente reducida” se inventó pensando en personas como yo.

Me gustan los intermitentes. Me gusta el hecho de que sirvan para avisar de mis intenciones: “voy a cambiar de carril”, “voy a salir de la autovía”, “estoy rodeando la rotonda”. ¡Ojalá las personas tuviéramos intermitentes incorporados!.

Todas aquellas personas que dieron la lata insistiendo (absurdamente) en que con la vacuna anticovídica nos iban a inocular (odio esta palabra) un chip estaban obviamente equivocadas. Pero a nadie se le ocurrió pensar que deberían aprovechar para inocularnos incorporarnos intermitentes con las vacunas: unas lucecitas en las orejas que sirvieran “para vernos venir”.

¿Sabéis la de sufrimiento innecesario que podríamos evitar?

El intermitente que yo le pido a la vida no serviría únicamente para indicar la dirección que vamos a tomar. Sería muy práctico que las personas tuviéramos intermitentes incorporados (en las orejitas o en algún otro sitio visible) que nos avisaran de las intenciones del portador: «Ten cuidado que esta persona te la va a meter doblada», «no confíes tanto en tu editora porque te va a engañar», «cuidadín con Fulanito que no es de fiar», cositas así.


Claro que entonces no sería un intermitente, sería un milagro. Y los milagros no abundan.

Por otra parte, no sería muy agradable ir por la vida con lucecitas de colores en las orejas. Acabaríamos con complejo de puticlub de carretera. Traumita total. Acabaría prohibiéndome o cerrándome que es lo que me gustaría que hicieran con todos y cada uno de los puticlubs. 

Un último problema que se me plantea: no quiero ni pensar en lo que se me complicaría la vida con los colores de las luces. Os lo explico: procuro combinar los colores de mi “outfit” detalle a detalle (hasta las bragas); así que solo el hecho de tener que combinar mi indumentaria y mi ropa interior con las luces de las orejas me produce picazón. 

No soy el árbol de Navidad de un pub británico.

Definitivamente, sobre este tema de los intermitentes solo puedo llegar a una conclusión coherente: se me ocurren muchas tonterías y encima tengo la poca vergüenza de hacerlas públicas.


Mis intermitentes os deberían avisar, pero como mis vacunas no lo incluían, os aviso yo: “Cuidadito conmigo que soy peligrosa”.

Reconozco que estoy alucinando con esta frase de vampiresa de película en blanco y negro que acabo de escribir.  Entre mis sueños por cumplir está el de convertirme en un ser malvado. Por supuesto, seré malvada y también glamourosa. Que una cosa no quita la otra. 


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