«Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma; lo busqué, y no lo hallé. Y dije: Me levantaré ahora, rodearé por la ciudad; por las calles y por las plazas buscaré al que ama mi alma; lo busqué, y no lo hallé.»[Cant. 3:1-2]Todos los años que llevé sirviendo a Dios me había hecho de una rutina costumbrista. Asistía religiosamente todos los días al templo, llevaba mi Biblia, cantaba y predicaba. Pero cuando llegaba a casa era otra cosa. Escuchaba música cristiana y oraba de vez en cuando. Así pasé el resto de mis días de ''cristiano''.
Pero como solemos decir, al Espíritu Santo hay que mantenerlo avivado todos los días. Y ese jamás fue mi caso. Tal y como le pasó a la Sunamita, yo había perdido a mi amado. Pero lo peor aun fue que nunca me dí cuenta. Llegue a pensar que como iba todos los días al templo, todo estaba bien. Pero jamás fue así. Mi Espíritu flaqueo. Y así todo se iba derrumbando.Anhelaba tener comunión con Dios. En mis oraciones simples le pedía esa comunión, y luego renegaba del porque Él no me escuchaba. Y llegué a sentirme abandonado por Dios.En esta época hay muchos jóvenes que como yo anhelamos servir a Dios ministerialmente. Queremos ser apasionados por las almas. Queremos ir a las naciones y ganar a muchos para Cristo. Pero nos hemos olvidado la principal clave de nuestro éxito ministerial y espiritual, LA INTIMIDAD CON DIOS.Al igual como describen los versos del Cantar 3, procuramos buscar a Dios en muchas cosas, pero nunca lo encontramos. No digo que escuchar música, leerla la Biblia o ir al templo sea incorrecto, lo que digo es que el arma más poderosa de todo cristiano en nuestra generación es LA ORACIÓN. Que vivamos en comunión constante con Dios. Y nos hemos olvidado de ella.Pero no se trata de una oración mediocre como la que solía hacer yo, se trata de anhelar sumergirse en la presencia de Dios. Y ello no se logra con una oración wichi wachi de 5 o 10 minutos.Como dijo Jesús:
«Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.» [Mt. 6:6]Y ahora, después de tantos tropiezos y descuido espiritual, puedo proclamar a gran voz cuan hermosa es la presencia de Dios. Anhelo la presencia de mi Padre más que nunca. Y lo maravilloso aún, es que Dios aun me sigue dando de su Espíritu.Si queremos ser una generación que impacte y transforme al mundo, la clave está en conocer más a Dios a través de la intimidad. Solo así todo lo que anhelas será prosperado