De nuevo lo ha vuelto a hacer. Y eso que esta vez lo tenía difícil: un documental con un tema nada novedoso, el corredor de la muerte de una prisión de Texas, una tesis que comparto plenamente, la barbarie que representa la pena de muerte, y hasta una historia con un final conocido desde el primer fotograma, dado que el asesino ha acabado en la cárcel. Y sin embargo, Werner Herzog, con su lucidez y osadía habitual, ha conseguido cautivarme, y al resto de la sala porque nadie se atrevía a moverse, desde el primer fotograma.El director acostumbrado a dejarse deslumbrar por los límites de la locura, las personalidades enfermizas y los excesos sociales tenía en esta historia un brillante en bruto: el asesinato a manos de unos jovenzuelos de dos de sus amigos conocidos y la madre de uno de ellos, para poder robarle su coche descapotable.El cineasta divide la narración en un prólogo y seis capítulos como si se tratase de una novela. Una clásica historia policiaca al más puro estilo Chandler (coche sumergido en el lago, bella enamorada del malo, amigo que cambia de vida…), negra como el más profundo de los callejones y triste, muy triste, como ocurre siempre que se presencia la mala suerte de alguien o el destino, escrito de antemano, de unos adolescentes que tienen al resto de su familia en la cárcel desde hace tiempo. Cualquiera podría realizar un documental digno con una buena historia así pero la genialidad de Herzog es que él, evidentemente, no flota sobre la historia. No, el cineasta quiere comprender, casi exige que le expliquen cómo se puede llegar a esos extremos, qué impulsa a saltarse las barreras e, incluso, llegando a solicitar la descripción de las sensaciones en los momentos más difíciles de la vida de un padre. Pero lo magnífico y generoso por parte de Herzog es que manteniéndose en los límites, que tanto le gustan, no apela al exhibicionismo y conserva una íntegra dignidad.Es difícil salir indemne de los trabajos de Werner Herzog, sus documentales que parecen películas y sus ficciones que podrían calificarse de reportajes, logran siempre aportar un análisis lúcido de las perversiones de nuestra sociedad a través de sus extremos más significativos. Ni el mejor thriller de Hollywood mantiene a una sala entera en perfecta comunión con sus imágenes hasta los títulos de crédito finales como lo consigue Herzog. Por ello, que sea el invitado de honor del próximo Festival 4 más 1 de la Fundación MAPFRE, es un lujo tan poco habitual, que sería una pena perderse la clase magistral desde Río de Janeiro, de este Sherlock Holmes del alma, que también podrá seguirse en streaming desde su web. No os la perdáis, amigos.