¿Y fueron felices?
Sinopsis y ficha técnica
Actores Into the Woods
- Johnny DeppWolf
- Chris PineCinderella’s Prince
- Emily BluntBaker’s Wife
- Meryl StreepWitch
- Christine BaranskiStepmother
- James CordenBaker
- Tracey UllmanJack’s Mother
- Anna KendrickCinderella
- Lucy PunchLucinda
- Frances de la TourGiant
- Rob Marshall
- Rob Marshall
- Callum McDougall
- Marc Platt (II)
- Angus More Gordon
- James Lapine
Into the Woods es una versión moderna de los entrañables cuentos de hadas de los Hermanos Grimm que entrelaza las tramas de algunas historias seleccionadas y explora las consecuencias de los deseos y las inquietudes de los personajes. Este musical humorístico y conmovedor sigue los cuentos clásicos de Cenicienta (Anna Kendrick), Caperucita Roja (Lilla Crawford), Jack y las judías mágicas (Daniel Huttlestone) y Rapunzel (MacKenzie Mauzy). Todos ellos se combinan en una historia original que protagonizan un panadero y su esposa (James Corden y Emily Blunt), su deseo de formar una familia y su interacción con la bruja (Meryl Streep) que les ha echado una maldición que les impide tener hijos, por esa razón se adentran en el bosque para enfrentarse a ella.
Rob Marshall, el excelente director responsable del musical “Chicago”, premiado con un Oscar de la Academia® musical “Chicago” y de “Piratas del Caribe: En Mareas Misteriosas”, de Disney, se pone al mando de la película que está basada en el musical original de James Lapine, ganador de un Tony®, que también escribió el guión, y el legendario compositor Stephen Sondheim se encarga de la música y las letras. Producida por Marshall, John DeLuca, Marc Platt, productor de “Embrujada” y Callum McDougall, “Into the Woods” se estrena en los cines en 2015.
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Comentario previo
La verdad es que siendo completamente franco, esta película no merecería una crítica completa sino una express, pero las imágenes de esta son tan bonitas que no he podido resistirme.
Y así, como seguimos viendo, el cinematógrafo sigue haciéndose eco del triunfo de los cuentos, que han encontrado todo un filón a nivel mundial (pongo enlaces a algunos ejemplos) tanto estadounidense, como europeo e incluso español. Todo ello sin mencionar las adaptaciones televisivas, tanto nacionales como extranjeras… e incluso el tema ha llegado al teatro, ¡o las exposiciones!.
Está claro, o mucho me equivoco o bien puede parecer que los cuentos de hadas no habían experimentado tanta atención y revisión desde el siglo XIX… lo cual no deja de ser fascinante, ¿espejismo o reflejo de algo?, cuando fueron recopilados hace dos siglos su pujanza se debió en parte a que ayudaron a la afirmación nacionalismos, pero esa no parece la razón ahora, ¿tal vez muestran nuestro desencanto con la vida y la necesidad de volver a creer en los finales felices?. Todo un tema fascinante a analizar, sin duda.
También comentar que, como casi siempre, he anunciado previamente su estreno en Universo de A.
Crítica
NOTA IMPORTANTE: antes de nada, decir que una parte importante de esta crítica está condicionada por el final de la película, por lo que haré bastantes referencias al spoiler que pongo al final, para que los que no quieran saber como acaba no tengan porque tener información de más.
Hay que reconocer que el libreto-guión (el autor es el mismo, y está claro que es una adaptación fidelísima, probablemente casi una traslación del original de Broadway, con razón algún crítico ha dicho, con cierta ironía, que casi se puede sentir a los acomodadores…) de James Lapine es una obra maestra de la adaptación de los cuentos de los hermanos Grimm (al menos hasta que no se llega a la media hora final, todos los detalles en el Spoiler), es más, probablemente es una de las mejores adaptaciones que he visto nunca (quizás la mejor). Quiero que se me entienda bien, estoy hablando de su calidad como adaptación, no tanto de la del propio guión (que también la tiene) y quiero remarcar esto, porque resulta increíble como se cogen todos esos cuentos y se consiguen contar y enlazar brillantemente entre sí, y sin suavizar nada de los originales (por ejemplo: la brutalidad de las mutilaciones ordenadas por la madrastra a sus hijas; la crueldad de la bruja con Rapunzel y el príncipe; la bestialidad del final de Caperucita… etc) ni obviar casi ninguno de sus detalles… lo dicho, es una adaptación asombrosamente perfecta que realmente nos relata los cuentos tal como los Grimm los recopilaron. Ya sólo por eso merece un aplauso.
Pero es que el guión de Lapine logra mucho más que eso; no sólo obtiene el mérito de una gran adaptación sino que encima logra que sea entretenido y ameno, y eso lo alcanza de varias maneras: en primer lugar, da una mayor profundidad a los personajes, cuyos objetivos y circunstancias personales están mucho mejor definidos que en los cuentos originales (también es necesario, no se puede traladar esa simplicidad a la gran pantalla sin que quede vacua e irrisoria), los reinterpreta o trata de profundizar en ellos para alcanzar una verdadera comprensión de su carácter real, sus objetivos y necesidades (Cenicienta es una indecisa compulsiva; Caperucita una niña totalmente inconsciente; el príncipe es un enamoradizo sin remedio… logro que, irónicamente, también se destroza al final, puesto que todo ello pierde sentido absolutamente; para más detalles consultar el Spoiler).
Ahora bien, el guión no cuenta uno, sino múltiples cuentos: tres “originales” (recopilados más bien, Perrault varias décadas antes ya había escrito sus propias versiones) de los Grimm (Cenicienta, Rapunzel y Caperucita -todos ellos, por cierto, adaptados por Disney para el cine, en corto y en largo-); uno popular, muy conocido en EEUU (Jack y las habichuelas mágicas, que recientemente tenía su propia versión cinematográfica); y otro inventado para la ocasión (el de los panaderos). Así pues, ¿cómo se logra encajar tal cantidad de relatos para contar una historia conjunta?, ¿cómo narrarlos todos sin desvirtuarlos?, he ahí la brillantez del libreto.
El cuento inventado, el de los panaderos, es el que sirve de nexo de unión para todos, puesto que estos personajes tienen que conseguir una serie de objetos que están íntimamente relacionados con el resto de los personajes, uniéndolos a todos ellos, de modo que las historias se mantienen independientes y a la vez se relacionan entre sí de la forma más inteligente. Sobra decir, que el cuento inventado no desmerece en nada a los clásicos, pues sigue las bases y las normas de estos relatos, y consigue, con grandísima sabiduría, convertirse en un cuento con toda su entidad, hacerse pasar por uno más sin ninguna dificultad, y con una gran habilidad, digna del mayor de los aplausos.
Tampoco se puede dejar de destacar el sentido del humor del guión, y una cierta parodia de los cuentos (las lógicas absurdas de estos, lo que es posible y lo que no…); que aunque no son lo más relevante del libreto, sí son algo destacable y que no debe pasar desapercibido.
Así pues, la primera hora y cuarenta (del resto, el infausto final, hablo en el spoiler), tenemos un guión magnífico, una auténtica obra maestra que no sólo cuenta con asombrosa y perfecta fidelidad los cuentos de hadas tradicionales, sino que consigue crear su propio relato e integrarlo todo en una narración absolutamente perfecta. Lo dicho, sería una obra maestra de no ser por el final; pero mientras se mantiene esa fidelidad al estilo tradicional, es simplemente sublime.
Desgraciadamente, no se puede decir lo mismo de la música (lo más vital en un musical). No recuerdo quien dijo que en los artistas hablar de estilo es una vulgar autocomplacencia y un simple autoplagio (Picasso o Hitchcock, tal vez); pues si Sondheim tiene unas formas muy marcadas e identificables (que pueden gustar más o menos, yo no suelo ser un gran entusiasta de este compositor en general, independientemente de que algunas de sus piezas sí me encanten), en “Into the woods” se notan muy especialmente.
Ha habido quien la ha descrito como un nuevo “Sweeney Todd” (cuya versión teatral también pudimos ver en Madrid, y poco después también “Follies”, del mismo compositor, todo el el teatro Español), un argumento que no está del todo desencaminado, al menos no en el aspecto musical; pues aquella creación musical-terror (cuya versión cinematográfica yo califiqué de “obra maestra”) fue producida pocos años antes que “Into the woods” en Broadway, con lo que cuesta creer que los múltiples parecidos de las melodías sean casuales. La conclusión a la que se llega es que Sondheim apenas había evolucionado artísticamente de una obra para otra, y que se copió a si mismo descaradamente cual Rossini (aunque este lo hacía de forma totalmente consciente, reaprovechando partituras enteras con la mayor desfachatez).
En definitiva, apenas encontraremos novedades en la partitura de “Into the woods” y pocas cosas memorables, aunque sí las hay (no se pueden dejar de mencionar canciones como: “Prologue”, el maravilloso principio e introducción de todo; “On the steps of the palace” , toda una fantástica definición de las personas indecisas-; “Giants on the sky”; “Last midnight”, que además es visualmente impactante, y con una enorme Meryl Streep que aunque no es santo de mi devoción a nivel de canto ahí está genial; y por supuesto la muy sabia “No one is alone”); y por encima, teniendo en cuenta que la música de Sondheim difícilmente se puede calificar como la más accesible o comercial, eso no ayuda. Al final, dudo mucho que haya montones de gente que se quede con alguna canción pegada en la cabeza o que estén deseando volver a oír las canciones de la película.
La banda sonora es además, en ciertos aspectos, incluso torpe, no llega a complementar o adaptarse del todo bien al argumento, y aunque tiene cierto mérito de originalidad por el tiempo en que se hizo (cuando se estrenó en Broadway, a pesar de que Disney ya había abordado los cuentos de hadas, aún faltaban por llegar los grandes éxitos de los 90 que consolidarían la imagen en ese aspecto de la compañía, y que otorgarían una definidísima banda sonora de forma determinante e indisoluble al cuento de hadas… aunque sí es cierto que se nota en Sondheim una influencia de los clásicos Disney -en los arpegios de las princesas, por ejemplo-); lo cierto es que hay canciones metidas con calzador, y que incluso se podría decir que sobran. Algunas hasta molestan con ese estilo tan de recitativo y poco musical que no llega a ser canto pero tampoco voz hablada, de modo que te dejan a medias y como en una especie de estado de frustración (un “gatillazo bandasonorístico”).
Lo dicho, sorprende que, precisamente en un musical, lo que falle sea la música en muchos aspectos; quizás también sea porque, y yo no pude dejar de pensarlo durante toda la proyección, este no era un proyecto muy para Sondheim, y hubiera sido mucho mejor para Alan Menken, que segurísimo que hubiera hecho toda una obra maestra incuestionable, ojalá el tradicional compositor del Disney de los 90 remusicalizara este libreto, al menos la primera hora y cuarenta (del resto hablo en el spoiler). No quiero decir que el proyecto no tenga muchas características de Sondheim: la crudeza, lo agridulce, una realidad que se impone sin compasión… pero no es suficiente, porque, independientemente de todo lo anterior, que sí está reflejado en los cuentos de hadas de los Grimm, también lo cierto e incuestionable, es que en estos, al igual que en el cine de Frank Capra, el elemento de la felicidad final que compensa todo el sufrimiento anterior, es clave para entender el conjunto y su logro final; y por supuesto, la magia y toda la fascinación que esta produce, y que es uno de los valores más importantes de los cuentos de hadas…. y todas estas cuestiones, ese mundo deslumbrante, Sondheim es incapaz de recrearlo musicalmente. Y ello perjudica claramente al producto final.
Hasta ahora hemos estado hablando más del material original (pues todo lo que he dicho, seguramente, bien podría aplicarse a la producción teatral), por lo que va siendo buena hora de hablar de las cuestiones más fílmicas. Y en esto tiene especial relevancia Rob Marshall, que para eso es el director; recientemente debatía aquí en Universo de A sobre como su talento llevaba en cuestión varios años, y si con algunas de sus obras maestras anteriores no habría, simplemente, sonado la flauta, y también comentaba que quizás “Into the woods” nos diera la clave definitiva para hacer una valoración final… pero mucho me temo que lo vamos a tener más difícil.
Sin embargo, me arriesgaré a decir que Marshall sí tiene talento, y además el temperamento de un artista al que no le importa arriesgar para conseguir algo original; así, aunque “Annie” fue quizás su obra más clásica, y en su parte de “Piratas del Caribe” hizo claras concesiones a lo comercial; no hay duda de que tanto “Chicago” (que también pudimos ver en teatro en Madrid) como “Nine” (en las que tuvo más libertades creativas) fueron rompedoras y atrevidas (además de demostrar su gran gusto por la metaficción).
Y además, por lo general, también tiene buenos conocimientos del audiovisual, sabe como abordar secuencias, que funciona y que no, que narrar con imágenes y que con palabras; es por lo general hábil, sofisticado; cierto que también tiene algunos defectos (en esta película por ejemplo, oculta, de forma deliberada, muchos de los momentos más escabrosos, dejándolos implacablemente a la imaginación… quizás sea un rasgo de estilo), pero, ¿quién no?, y quizás eso es más una cuestión de gustos que otra cosa….
Todo ello sin mencionar que este director claramente ama el musical, que realmente cree que es su género, lo respeta, y eso se nota. Quizás debamos de seguir viendo creaciones suyas (y creo que podrá ser, rompiendo la racha de mala suerte que había acompañado a Marshall, y a pesar de haber tenido un presupuesto un tanto escaso para esta película, ha arrasado en taquilla; de todo lo cual me alegro mucho) para descubrir hasta que punto es un maestro en su arte; pero de algo no hay duda alguna, este hombre pasará a la historia del cine musical como uno de sus directores de referencia, si será como uno de los grandes, eso está por ver (aunque sólo por Chicago ya figurará como un nombre importante), pero no hay duda de que se le recordará.
En lo que respecta al resto del apartado técnico, se ve claramente perjudicado por un presupuesto que debiera ser mucho mayor, y aunque Marshall tiene la suficiente habilidad para disimular que esta película hubiera podido ser mucho mejor y más espectacular con una mayor inversión monetaria, lo cierto es que los más quisquillosos lo notamos y nos apenamos por ello.
Quizás lo peor es la fotografía, que sigue esa idea del cuento de hadas oscuro y gótico, de modo que se niega a resaltar nada de lo bonito, por lo que no hay ninguna concesión a la belleza de las imágenes o a regodearse en una deslumbrante estética, todo es tenebroso, siniestro, y no hay más. Por encima, tampoco es lo suficientemente hábil para ocultar los defectos de la escenografía, algo especialmente importante en una película que ha sido grabada integramente en estudio (como en los viejísimos tiempos) pero que pretende reproducir un mundo real y verosímil.
Debido a lo anterior, decorados y vestuario se lucen mucho menos de lo que podrían, siendo agradables complementos para contar la historia, pero que, salvo raras excepciones (la capa de caperucita, el vestido de cenicienta, algunos fragmentos del bosque, la transformación de la bruja…), no destacan estéticamente de una forma especial; tienen encanto, cumplen su función, ayudan a narrar la historia, pero no suponen la experiencia visual que nos prometen las imágenes publicitarias.
Única, pero imprescindible, especial mención negativa en vestuario merece la vestimenta del lobo, que claramente ha sido trasladada tal cual desde el escenario al plató cinematográfico, y, puede que en el teatro funcione eso de ponerle unos bigotes a un actor y un abrigo aparentemente de piel finalizando en garras (algo muy Broadway); pero eso en el cine no cuela de ninguna manera; menos mal que el lobo apenas sale en pantalla, porque hubiera causado auténtica repulsión tener que estar presenciando un elemento tan inverosímil cinematográficamente y que apesta tanto a teatro… es que hay que saber en que medio se trabaja y adatarse a él, ¡por favor, profesionalidad!.
Mención aparte también merecen los espectaculares efectos especiales y digitales, que ayudan en mucho a recrear este mundo mágico (especialmente con la bruja), quizás otra de las mejores cosas del apartado técnico.
Sólo queda hablar del reparto artístico, que claramente se llevó una buena parte del presupuesto de producción, sólo hay que ver los nombres que aparecen en el cartel. Esto no es una novedad dentro del estilo de Marshall, que, quizás siguiendo la estela de los musicales de la Metro-Goldwyn-Mayer y su lema “más estrellas que en el firmamento” (al menos de cara a la galería, porque una vez dentro del estudio, el auténtico lema era “aquí sólo hay una estrella, y es Leo el león”), siempre se asegura de contar para sus musicales con grandísimas figuras (podemos teorizar que lo hace para contar con el taquillazo, pero teniendo en cuenta los resultados de “Nine”, tal vez debamos descartar esa hipótesis), algo que siempre resulta interesante y atrayente, puesto que, además de la atracción que ya causa de por si el fulgor de las estrellas y las caras conocidas, a ello se le suma el morbo, la curiosidad y el interés de saber como se desenvolverán cantando y bailando (¡y a todos nos encantan los escándalos, y comentarlo si no lo hacen bien!), y los más fans ya empezamos a teorizar desde que sabemos siquiera uno solo de los nombres del reparto, como bien sabéis….
Y ha llegado el momento de la verdad, la crítica implacable que deja claro quien satisface o defrauda las expectativas. En cualquier caso, me adelanto diciéndo que no hay ninguna voz cantante sorprendente, salvo tal vez, como mucho, Kendrick
Meryl Streep (que además es una de las bases de la campaña publicitaria), aunque no siempre me impresiona (quizás porque gusta tanto a todo el mundo que ya te rebelas), reconozco que interpreta a una bruja absolutamente perfecta, y tiene especial mérito porque es casi un doble papel (debido a la transformación que se produce de la que no daré más detalles); plasmando a la perfección esa mujer vanidosa, frívola, sofisticada y juguetona que ha perdido lo que más le importaba. En cuanto a su forma de cantar, no se puede decir que sea una gran voz en el sentido habitual de la palabra; es especial, poco común (como Lauren Bacall en “Applause”, por otra parte), muy para gustos; a mí, personalmente, no termina de convencerme.
Johnny Depp es más un reclamo publicitario que otra cosa, más que un personaje tiene un cameo, pero como es un musical, con canción incluída (y no es ninguna genialidad)… no deja de sorprenderme que aceptara el papel; tampoco hace nada del otro mundo o consigue aprovechar demasiado su breve aparición en pantalla. Difícilmente se le recordará al final del filme.
Y es curioso, pero estas dos grandes estrellas parecen ser auténticos fans del musical, pues ya han participado en varios, quien sabe pero, a pesar de sus espectaculares carreras, puede que al final el género musical sea uno de los más resaltados dentro de su trabajo.
Anna Kendrick es probablemente la que mejor sale parada de todo el reparto a nivel musical, tiene las mejores melodías y el personaje de Cenicienta siempre es muy agradecido a nivel interpretativo; si en “Dando la nota” sólo podíamos atisbar (todo lo que se puede hacer formando parte de un coro) que tiene una bonita y educada voz, aquí lo confirmamos definitivamente. Esperemos que pronto volvamos a verla en otra película de este género.
Una vez más, no hay que perder de vista a Christine Baranski en el papel de la madrastra, que si bien no es muy lucido, ella consigue sacarle partido como es habitual; toda una estrella de Broadway que cada vez lo es más del cine gracias al género musical (“Mamma mía!”, “Chicago”…).
También de Broadway nos llega Mackenzie Mauzy en un papel bastante ingrato, la verdad sea dicha (Rapunzel es el cuento que más fácilmente se podría cortar de todo el metraje), tal vez en un futuro sepamos más de ella.
La otra gran estrella que hay en la cinta es la siempre confiable Emily Blunt, que siempre apuesta por proyectos de calidad y por probarse a si misma como actriz (“El diablo viste de Prada”, “La Reina Victoria“, “Destino oculto“…); que sorprende también con su voz. Ojalá volvamos a verla en un musical, pues podría llegar a ser una relevante estrella del género.
La otra cara conocida es Daniel Huttlestone, el niño de “Los miserables”, que, a pesar de que tiene una curiosa voz para su edad, a mí no termina de convencerme.
Por lo demás, el resto del reparto destaca por su adecuación a todos los niveles, todo encaja como debe de ser y cumplen a la perfección su función (aunque tampoco ninguno destaca sobre otro, nadie te impresiona especialmente); quizás debieramos destacar especialmente a James Corden, pues tiene una bonita voz. Pero en general, todo es apropiado y aceptable.
SPOILER: no hay duda alguna de que esta película se arruina pasada la hora y media-cuarenta. Podría haber sido una gran obra maestra, o como mínimo uno de los grandísimos clásicos de Disney (nunca entenderé porque los ejecutivos de la compañía no decidieron cortar el final), si se hubiera terminado en el momento del “final feliz”, pero no lo hace.
La razón es un ridículo vanguardismo que va totalmente en contra de lo que había sido la película hasta ese momento (y por eso no funciona) que es una fidelísima adaptación de algunos de los más famosos cuentos de hadas según la versión de los hermanos Grimm.
Está claro lo que se intenta, darle la vuelta al “y fueron felices” contar que pasó después de ese supuesto final ideal (el estilo agridulce es muy propio de Sondheim, tanto musicalmente como en los argumentos), para destrozarlo y hacernos ver que nada es tan bonito como parece o que, como se decía en “Sr y sra Smith” (de lo poco bueno de esa película): “las historias con final feliz son aquellas de las que no conocemos el final”.
Pero aún así no funciona, es una extensión innecesaria, que apenas aporta una o dos canciones memorables más (el final de la bruja y la magnífica, y muy sabia “nadie está realmente solo” que nos habla, y es verdad, de que en el fondo nadie lo está, y que siempre pensamos y hacemos tonterías cuando creemos que lo estamos…) y que recuerda mucho al estilo Spielberg, en el aspecto de que, cuando la película debería de haber terminado, se alarga otra media hora en la que apenas pasa nada, por lo que es un sinsentido; que, por encima, en este caso concreto, destroza innecesariamente la película con una serie de acontecimientos tan trágicos como inverosímiles (¡hasta dos muertes, por favor! -yo no me las terminé de creer ni me las tomé en serio hasta que comenzaron los créditos, estaba convencido de que habría resurrecciones o que aquello aún podía terminar bien-, sin mencionar el castigo de la divina providencia a la adúltera -lo dicho, inverosímil, obsesionada con tener un hijo, ¿y luego tiene una aventura a la primera de cambio?, ¡venga por favor!-, al hilo de una moral insoportablemente puritana…).
Todo ello sin mencionar que la vuelta del gigante, el como enfrentarse a él, o esas discusiones de quien tuvo la culpa, no son en absoluto un argumento lo suficientemente fuerte para mantener el resto de la película a flote, y claro se hunde inevitablemente.
Quizás lo que también se intenta es precisamente la desmitificación de esos personajes perfectos, que hasta ese momento lo podían conseguir todo, y habían ido en escala ascendente… pero precisamente romper con eso es lo que desencaja el cuento de hadas en sí; y es que cuando se desmitifica o se pretende romper con algo, para hacerlo bien, hay que conocer muy bien con que se trabaja y que barreras se pueden pasar y cuales no. Ciertamente no he dejado de alabar la capacidad de Lapine para adaptar los cuentos de hadas, pero eso no significa que los entienda o conozca bien, sólo que tiene una gran intuición narrativa; y en este final demuestra no entender la auténtica esencia de los cuentos.
Y desde luego también fracasa en conseguir perfilar el que quizás es uno de los mensajes más relevantes de la película, ese “ten cuidado con lo que deseas” (bueno, en eso se fracasa abismalmente sin más); sin mencionar que pretender que se adopte el lema de “mejor malo conocido que bueno por conocer” es insoportablemente conservador y un tanto intolerable. Los seres humanos siempre han tenido sueños y esperanzas y seguirán teniéndolos, de no ser así, no habríamos llegado a donde estamos, para bien y para mal; todos los actos tienen sus consecuencias, lo importante es saber asumirlas, y adaptarse a estas con la mayor elegancia posible, así de simple.
En definitiva, que yo, francamente, recomiendo casi incluso salirse del cine, o parar la película, una vez llegado a ese final feliz tradicional, porque el resto, ni aporta nada trascendente, y además destroza la película (lo que, como siempre, nos recuerda hasta que punto es importante un buen final a la hora de lograr una impresión definitiva de un producto).
Es más, me sorprende que nadie se haya dado cuenta del absurdo que supone esa innecesaria extensión que no aporta nada, sobre todo porque ha habido medios suficientes para experimentarlo: el teatro, una versión televisiva… me asombra que ningún productor haya cogido y dado el merecido y necesario tijeretazo… cuestiones de derechos de autor, supongo.
Aún llegaré más lejos, si había que rodarlo, pues vale, hubiera estado bien para completar el musical; pero hubiera sido mejor que hubieran hecho lo mismo que pasó con “La tienda de los horrores”, musical para el que se cambió el terrorífico final apocalíptico por uno más de musical feliz, y luego en formato doméstico dieron la posibilidad de poner ese final alternativo (que era el mismo de la obra de Broadway original, pero que en cine no funcionaba porque era demasiado brutal). Haber hecho lo mismo en el caso de “Into the woods”, y dar al público la posibilidad de elegir el final que quisieran hubiera sido un grandísimo acierto.
Valoración final: “Into the woods” podría haber sido una obra maestra pero se queda en una película muy buena por todo lo dicho en la crítica, hay los suficientes elementos para desestabilizar la balanza del crítico hacia esa opción (muy especialmente el final, tratado en el spoiler). En cualquier caso, no hay duda de que es una película diferente y con muchos valores interesantes a tener muy en cuenta. Y por si fuera poco, es un musical, ¿qué más se le puede pedir?.