Revista Política

¿Intoxicación o suicidio?

Publicado el 27 diciembre 2013 por Alejandropumarino

¿Intoxicación o suicidio?

Tres personas de una misma familia mueren en lo que parece un envenenamiento. En pocas horas, y sin autopsia de por medio, algunos periodistas identifican inequívocamente la causa de los fallecimientos: los cuatro afectados –hay una persona más, que afortunadamente no ha muerto– consumían habitualmente comida recogida de la basura, primero, y, después, en una versión sutilmente suavizada, caducada.

Tampoco faltaron, y como lo anterior a las pocas horas de las muertes, los que se apresuraron a sacar conclusiones de la desgracia: por supuesto, se trataba de un violentísimo asesinato del capitalismo depredador e inhumano.

Desgraciadamente es el menos malo de los sistemas, el más juzto, por cuanto permite con mayor facilidad el triunfo de los válidos sobre los poderosos, mucho más aún que en otros países de ideología comunista y economía centralizada, donde la única forma de medrar es la mediocridad política en el seno de la formación única. Pero lo que viene al caso, es el afán exagerado de los medios por vender la noticia: Es muy difícil que la intoxicación por alimentos en mal estado provoque la muerte en tres de cuatro sujetos de la misma familia, en el modo como lo ha hecho. Otras noticias posteriores hablaron de la posibilidad de un suicidio, pactado o no, que tampoco se descarta. La tragedia está ahi, delante de nosotros, y la causa termina por ser lo de menos, salvo que venda papel impreso. Los crímenes cometidos por ancianos que terminan con la vida de sus parejas y la suya propia por porblemas de salud o de aislamiento, pronto dejan de ser noticia, aunque la muerte sea la misma. Estos padres con sus dos hijos fallecen en circunstancias cuando menos extrañas, pero saltan a primera plana por su situación económica, por alimentarse de los restos contenidos en los cubos de basura. Algunos supermercados añaden una generosa cantidad de lejía a los alimentos caducados que depositan en la basura para hacerlos inservibles, lo que no parece suceder en este caso, pues el sabor del hipoclorito sódico y el olor son inconfundibles. Hay muchos pobres, pero no tantos, ni tan allegados familiarmente, se van a conocer a Dios antes de tiempo. Vender miseria es casi tan rentable como la corrupción o el fútbol; después de analizar los pormenores de una tragecia así, podemos seguir atentos a las declaraciones de Belén Esteban. Esas para la próxima entrada.


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