Cita extraída del ensayo "El artista y la época" escrito por el ex miembro del partido comunista peruano José Carlos Mariátegui en 1925.
El fenómeno que hay detrás de la percepción representa un problema para toda creación humana o natural. Pues esta no es más que un conducto limitado entre el que percibe, y lo percibido, al que se le pueden quitar o añadir filtros según los prejuicios y/o interpretaciones personales del observador de turno. Esta dificultad se ve fácilmente superada en terrenos habitados por las ciencias exactas, naturales, y en muchos campos de las ciencias sociales. No así en la música, ni en el resto de las bellas artes, donde el valor de una obra aumenta o disminuye según la aceptación y respuesta del público como espectador y consumidor. Es esta relación de artista/público la responsable principal del estado del escenario artístico (qué suena, qué se transmite, etc.), y la que dictamina el impacto o éxito de una propuesta (independientemente de su calidad).
Es aquí donde empieza a surgir uno de los principales conflictos del arte como disciplina en la actualidad: Si está la obra a la merced del público, y no el público a la merced de la obra (con todo lo que conlleva construir y hacer una pieza artística), pende el arte y la labor del artista en la formación o sensibilidad artística que tenga el público mayoritario, que termina por convertirse en amo y señor de la demanda y oferta a través de los intereses masivamente compartidos. Y si este público mayoritario, es uno carente de la sensibilidad o formación necesaria para comprender lo que es el arte, entonces se demandarán obras de poca elaboración, acordes a la poca capacidad del ente espectador.
Ahora, viene bien aclarar que no toda la culpa recae en el público. Son las grandes instituciones culturales las que enarbolan las banderas del fracaso a la hora de intentar llevar nuevas propuestas a la población en general -como es el caso del IPCC en Cartagena de indias, Colombia-. Y son los intereses políticos los que se han encargado de recortarles el presupuesto a la cultura y a las humanidades en general. Siendo esto último a la luz de hoy una tendencia en los países que escriben con la mano derecha.
Ya tratada la problemática en general, pasamos a un caso particular, sobre un arte en particular por el cuál todos los cabezones estamos aliados: La música. ¿Cómo se está percibiendo la música, y cómo ha sido su avance desde el modernismo hasta nuestros días?.
Breve repaso sobre la percepción musical
- ¿Qué es la música?, ¿Cómo debemos percibirla?
Es la música el lenguaje universal por antonomasia, que no responde a reglas humanas -como sí lo hace el lenguaje estructurado por el ser humano-, sino a reglas de una lógica superior: La acústica y la psico-acústica. Su quehacer entonces requiere de conocimiento de las formas y estructuras musicales, para así luego jugar con esas formas y estructuras hasta donde la gramática musical lo permita.
Es también un arte auténtico por excelencia, en la medida en que es incompatible con la mimesis. Ya que, pese a su capacidad de transmitir y expresar cosas, no posee una forma física o material que pueda representarse en un dibujo o en un objeto de la realidad. Se escapa con suma elegancia del mundo empírico. Esto no quiere decir ahora que la música sea pura metafísica, dado que, aunque no se pueda representar en una figura existente, hace parte de la naturaleza. Sólo basta con escuchar el canto de las aves, de las ballenas, el metrónomo del pájaro carpintero a la hora de agujerear un árbol, o los cantos de muchos otros animales para atraer a una pareja sexual, o amenazar al feroz rival de patio. Incluso en nosotros podemos encontrar que, desde el inicio de nuestros tiempos, desde la tribu hasta la civilización, el Homo Sapiens ha elaborado cantos y danzas para llevar a cabo diversos rituales, ceremonias, y cortejar a un individuo que le produzca deseos sexuales. Esto último aún se ve explícitamente en los salvajes, y un poco de forma algo camuflada en el hombre 'civilizado'.
Nota: Aunque no es incorrecto decir que la música no va estrictamente ligada a la mimesis (entendiéndose esta como la imitación de objetos sensibles, y en este texto, como esa manía de imitar a la naturaleza) sí existe la mimesis en la música. Un ejemplo de ello es el proceso de aprendizaje a partir de la imitación de una serie de reglas de un tipo de obra o género en específico. Sobre el caso de la sonoridad en la naturaleza (como los ejemplos mencionados en el párrafo anterior), algunos se verán tentados a decir que también puede haber mimesis, más si están enterados sobre las similitudes de, por ejemplo, el canto de las ballenas con las sinfonías de Mahler. Sin embargo, esto no es correcto. Dado que estos animales reproducen también música, más no son la música en sí. Esto sólo nos dice que hay incluso factores biológicos detrás del arte sonoro, más no que ellos son representaciones naturales de este arte.
Problemas perceptivos y amenazas al 'cuarto arte'
Luego de un breve repaso sobre las definiciones de lo que es en sí la música, y a qué responde, podemos entonces entrar a señalar de manera resumida, punto por punto, los principales problemas perceptivos que vienen amenazando cada vez con más fuerza al cuarto arte.
- Concepción de la obra
La música al estar casi que totalmente libre de la mimesis (en comparación con el resto de artes), es capaz de encontrar su valor per se. Es decir, es la que menos necesita de otras artes o de la realidad para brillar con imponente fulgor. Para nuestro lamento, año tras año nos hemos ido alejando de este hecho musical, convirtiendo así a grandes obras maestras, en simples rellenos que se sobreponen a un silencio agotador o aburridor. En simple música de fondo, o en un simple objeto de entretenimiento para pasar el rato. Es de esta forma que se desnaturaliza lo que en otrora fue sinónimo de grandeza, de cúspide, de genialidad, reduciéndose hoy a algo fácil de poco valor.
Y ya que hablamos de reducciones, es preciso aclarar lo siguiente: La música no necesita decir algo en específico, o denunciar, o transmitir un mensaje. Puede simplemente limitarse al juego de las formas gramaticales y a experimentar con las figuras musicales, para así conseguir combinaciones sonoras novedosas. Pero esta concepción de la música, y del arte en general, ha sido minimizada por el hombre posmoderno. El problema más crítico del arte posmoderno, reposa en aquella pretensión de reducir la obra a un mensaje, a un significado, olvidando por completo la obra con la cuál se quiere transmitir el mensaje. No es el mensaje el que hace a la obra. Son las herramientas propias de la obra que se usan para transmitir el mensaje, la que la hacen de ella una obra maestra, o una simple baratija.
- Industria, acción mediática y el problema de la libertad
Habiendo hablado de la relación demanda/oferta, traducida en el gusto popular, y las disqueras, vamos a dirigir nuestra mira a un problema de carácter más serio: La manipulación del consumidor. En la introducción se menciona el problema de la educación musical, y el impacto que tiene este al momento de masificarse, expresado normalmente, en un gusto pobre y mediocre, así que este último no se tocará en este apartado de manera justificante.
Partiendo de la pobre educación musical, el oyente se vuelve una marioneta a medio armar de la industria musical. Aún con su aparente capacidad de elegir, se ve coaccionado por los medios de difusión, que le terminan por decir qué escuchar a través de distintos mecanismos. El más usado es esa tediosa estrategia de repetir una y otra vez una misma pieza o canción (normalmente colocada ahí a cambio de buena remuneración por parte del autor o sello propietario del material difundido) hasta que sin notarlo, cala en el inconsciente del consumidor, y este luego lo reproduce junto al resto de víctimas. De esta manera el novato oyente ya no es un ente libre preocupado por nutrir su alma, sino una máquina que, en medio de su ritmo de vida y consumo acelerado, opta por agarrar todo lo que vaya en dirección a la ola masiva, conformada por individuos igual a él. Sin ejercer siquiera un proceso de cuestionamiento o reflexión. Con esto vemos que no sólo es el oyente mismo y su poca educación musical los que atentan con la música, sino también el empresario bastardo que se aprovecha, y luego vende cualquier baratija empleando técnicas como la mencionada anteriormente. Bien decía Frank Zappa que todo terminó por irse directo al retrete el día en que la disquera dejó de ser manejada por el gordo hippie dispuesto a escuchar discos y propuestas nuevas, y fue tomada por el tiburón blanco de traje y corbata.
Nota personal: Un buen amigo dice que es triste morir sin haber escuchado antes las 9 sinfonías de Beethoven. Yo a eso le añadiría: ¡Qué triste morir sin haber escuchado las 9 sinfonías de Beethoven, y sin haber sido libres para elegir qué escuchar!
- Instituciones culturales
En este apartado traeré a coalición algunos casos particulares de una región que conozco bastante bien, y que además ejemplifica con mucho poder el problema en cuestión.
Nota: Los señalamientos a continuación no representan necesariamente la opinión del resto de miembros del blog Cabeza de Moog.
Las instituciones culturales tienen como fin, difundir las expresiones artísticas de la región en la que se encuentran (sin dejar de estar abiertas a lo universal), y preservar el patrimonio cultural de la misma. Estas intenciones llevadas a la praxis, suelen terminar en grandes fiascos. Como son los casos de la IPCC (Instituto de patrimonio y cultura de Cartagena), UNIBAC (Institución universitaria Bellas Artes y Ciencias de Bolívar), y los Festivales de cine y música clásica que vienen llevándose a cabo en la ciudad de Cartagena de Indias, distrito turístico y "cultural" de la región caribe colombiana. Desde repertorios gastados y refritos, hasta festivales elitistas que terminan por excluir a aquellas personas que viven en barrios populares, pasando por una mala o inexistente publicidad sobre los eventos y propuestas que en la ciudad se llevan a cabo. A eso se le añade el poco financiamiento que tiene la movida local, a la que se le exige primero ser alguien, para luego ser patrocinados (con todo el gremio dándote la espalda, eso no es sino una apuesta mortal). Tampoco hay que dejar pasar por alto los planes ingenuos, poco eficaces, y carcundos que elaboran para llegar a los citadinos sin el éxito debido. Son estas irregularidades las que hacen de estas instituciones las grandes enemigas de ellas mismas (¿o no?). Si estas instituciones fracasan en llevar el arte a los horizontes de las nuevas generaciones, y de los novatos en la materia, es imposible entonces lograr una percepción generalizada fundamentada en el conocimiento (por lo menos básico) de las bellas artes.
Juicios de valor, el problema de la percepción como jueza y el lenguaje como principio.
Nota: Esta sección tendrá una carga personal en términos de opinión sobre los juicios de valor. Gran parte de este subtítulo esta sometida a la crítica, a la discusión, y al rechazo ante una postura más sólida.
En el arte es sumamente difícil (por no decir imposible) definir qué es bueno y qué es malo. Y las formas más tentadoras de hacerlo, son las más equívocas e inexactas. Entonces, ¿Cómo determinar qué es bueno y qué es malo?.
La música es un lenguaje y como tal obedece a ciertas reglas que se derivan de la acústica y de la psico-acústica. Más allá que a la estética del momento, la cual tiende a ser pasajera. El punto de la música mala es aquella que contraviene a lo propio del lenguaje, a lo endémico, a su semántica, y no tanto un tema de subjetividad estética. Es decir, no es cuestión de gustos, sino de gramática del sonido. Es por ello que es absurdo comparar entre distintos géneros o estéticas. Entre estéticas se encuentran grandes variedades de formas. Las hay experimentales, una más simples, unas complejas, unas vanguardistas, etc. Sí es verdad que hay géneros más fáciles que otros, pero esto sólo revela algo sobre la dificultad del quehacer. El punto de interés debe ser el individuo que pretende ser artista, dentro de cualquier género. ¿Es esta persona un conocedor de lo que pretende hacer (tanto academicamente como socioculturalmente)?, ¿Maneja bien el lenguaje musical dentro de la estética en que se mueve?, o, ¿Es producto de un buen productor que le arregla todo en el estudio?, ¿Es su música carente de una estructura musical definida o bien elaborada?."Si no le dejarías tu corazón a un cirujano sin estudios previos de cirugía, ¿Por qué le abres tus oídos a los que no son músicos?"
Otro de los errores frecuentes a la hora de hacer un juicio de valor sobre una obra, es acudir únicamente al bastón de la percepción subjetiva. Costumbre que viene anclándose desde el romanticismo medio hasta nuestros días, dada la importancia que por aquél entonces cogió no sólo lo sublíme y lo bello, sino que también las emociones ante eso. Comentarios como "Chopin es muy bueno porque es muy melancólico y me hace sentir ese sentimiento" son normales entre los oyentes. El caso es que esta aseveración jamás dirá algo sobre la obra. Este juicio es únicamente capaz de hablar sobre la percepción que tiene el individuo sobre la misma. Siendo así un juicio emocional con poco valor para realmente definir o describir la calidad de la pieza musical. En cambio, hablar de las figuras usadas, las formas y estructuras, y demás instrumentos propios de la escritura musical, sí puede demostrar porqué "x" obra es meritoria de las calificaciones que se le otorguen. Ante esto, nuevamente se presenta el problema de la percepción y de la carencia de un sentido estético musical o de una formación integral en el tema.
Nota sobre los análisis de una obra: Lo ideal es que se empleen los términos técnicos, pero prohibir otras manifestaciones y otros análisis provenientes de gente que no se dedica de lleno a la música, resulta bastante excluyente. Por ello, me permito aclarar que, aunque lo ideal sea un análisis basado en términos y conocimientos técnicos, también son válidas otras voces, siempre y cuando -aún con sus limites- se alejen de la percepción personal y/o exclusivamente emocional, y traten de mirar un poco más hacia lo que dice la obra por sí misma.
- Principio y contradicciones para entablar un buen juicio de valor
Nota: Los gustos son subjetivos, la calidad no lo es tanto. Partiendo de esta premisa, he de decir que jamás se pretenderá atacar el derecho o la libertad de una persona en decidir sobre sus gustos. La discusión aquí sólo se limitará a la calidad que hay dentro de los elementos que conforman esos gustos, sin pretender un 'totalitarismo gustativo'.
Si es la música un asunto de lenguaje, ¿Por qué resulta difícil que se acepten juicios valorativos sobre los gustos musicales, y en cambio, es tan fácil aceptar lo mismo en la literatura y en otras expresiones artísticas?
"Aquellos amantes de la literatura que afirman que la música es mero entretenimiento, no han entendido nada, ni se han percatado de la relación entre ambas disciplinas. A su vez, evidencian que son incapaces de realizar abstracciones musicales. Se burlan de los lectores de Coelho, pero luego sus gustos musicales son una vergüenza."
Nuevamente, las limitaciones asociativas y perceptivas juegan un papel crucial en el presente problema. Dado que al momento de ser capaces de notar que una obra de literatura clásica tiene más contenido y más calidad que una de literatura juvenil escrita por una persona inexperta sin dones para la escritura, e incapaces para notar lo mismo entre dos compositores y dos obras musicales, estamos navegando en un mar de contradicciones, en un barco que va hacia adelante y hacia atrás al momento de elevar anclas. Puesto que omitimos el principio fundamental por el cuál estas dos disciplinas se relacionan: El lenguaje. Y es en el lenguaje donde podremos al fin tener algo de luz sobre lo qué es bueno, qué es malo, qué es más elaborado, y qué no lo es tanto.