A nadie se le escapa que los conceptos van cambiando como cambiando va el ser humano generación tras generación. Los conceptos van como agrandándose y necesitan más extensión para su definición. Cada logro científico, cambio cultural y social, descubrimientos, avances tecnológicos, etc, hacen que los conceptos se vayan quedando pequeños y necesiten más espacios para sí y sus extensiones definitorias. Los conceptos llegan ser tan extensos que terminan disgregándose de matices significativos, que acaban siendo conceptos propios en sí mismo independientes. Sin embargo, al cerebro, y por tanto, al ser humano, le cuesta adherirse a esta tendencia evolutiva tal vez en consonancia con establecer una contraposición natural al propio cambio social evolutivo. Son las generaciones incipientes las que van asumiendo el rol de establecer nuevas pautas para los conceptos. Así, las nuevas interpretaciones y expresiones sobre los conceptos se mezclan con las viejas formas conceptuales, lo cual forman el germen para nuevas interpretaciones para nuevas generaciones. Es una especie de cadena tan compleja como el propio ADN. Algunos creen que, posiblemente, este último tenga más influencia a la hora de establecer nuevas definiciones conceptuales de lo que aparentemente pueda parecer. Y así nos adentramos en las teorías biológicas que propugnan un alto valor a la influencia de los procesos biológico del ser humano a la hora de establecer los conceptos filosóficos y vitales que nos han llegado a regir socialmente como absolutas verdades. Pero la Verdad no existe como absoluta, sino más bien como relativa, y esto parece estar más acorde con el progresar de la mente y el cerebro. La neurociencia nos está planchando muchas de esas pajas mentales de ingenuidad intelectual adolescente. Y tal hecho nos acerca a un enfoque más natural hacia la búsqueda de nuestro bienestar y felicidad personal. Por esa razón, entender que los conceptos vitales evolucionan y cómo lo hacen, nos abre nuevos horizontes y perspectivas para el entendimiento de nosotros mismo, el único conocimiento que nos guiará hacia ese "ser felices", o infelices.