La moda es ese concepto que se viene asociando con lo frívolo, lo superficial y lo egocéntrico. De hecho, cuando se analiza la palabra moda se tiende a pensar en belleza, modelos, cánones, prendas de vestir, exclusividad, lujo, colecciones y diseñadores.
Y, ¿qué hay más allá? ¿Qué sucede si damos un paso más y no nos quedamos en las tendencias, en las pasarelas o en el esplendor? Es entonces cuando la moda adquiere más sinónimos, otras concepciones equivalentes que radican en extremos opuestos: en lo positivo, pero también en lo negativo.
De esta forma, se llegan a conclusiones inquietantes ante las que no es posible evitar un cosquilleo de repulsión debido a que en el fondo, el objetivo de la industria textil es que se compre la mayor cantidad posible en un reducido espacio temporal; fomentar el gasto y el exceso y obtener así beneficios de manera rauda y sencilla. El resultado de ello crea en el ciudadano presumido y elegante (entendido éste como persona que disfruta arreglándose) la necesidad de adquirir nuevas prendas para no sentirse desfasado, pues a medida que aparecen nuevas colecciones las anteriores van quedando obsoletas, lo que provoca que muchas veces las prendas no lleguen a lucirse en más de una ocasión. A estas alturas resulta un reto negar que la moda es economía pura, dinero en movimiento e intereses que salvaguardar.
Y, ¿en qué se apoya esta industria para llegar a una masa mayor de consumidores? En la publicidad, claro está. Estamos ante un tipo de promoción que, aún a día de hoy, radica en el sexismo y en el fomento de la delgadez como canon de belleza.
Campaña de Tom Ford criticada por su sexismo. La imagen habla por sí misma.
Tampoco conviene olvidar que puesto que nos hallamos ante un gigante que fomenta el gasto a partir de incrementar de manera constante el número de piezas en sus colecciones, éste va a buscar los instrumentos que le permitan alcanzar dicha meta al menor coste. Entra en escena la mano de obra barata que trae consigo explotación de los trabajadores, deslocalización industrial y trabajo infantil. Sólo así se cumplen las expectativas de las empresas textiles.
A lo largo de las próximas entradas se ampliarán por separado estas polémicas con el fin de analizar este ámbito y tomar conciencia de temas a los que no siempre se da la importancia que requieren. La moda pasa a un segundo plano porque parece que sólo interesa a un pequeño segmento de la población, y sin embargo, nos encontramos ante contenidos que afectan a la sociedad en su conjunto. La eliminación de las injusticias y las desigualdades entre sexos debe ser llevada a cabo en todos los sectores y la industria de la que hablamos también ha de ser incluida.
No obstante, y a pesar de todo lo presentado hasta aquí, la moda no debe ser menospreciada porque en resumidas cuentas representa la forma de expresión de una sociedad determinada en un espacio y tiempo específicos; y eso es arte, es historia y es cultura.