Elegir a la víctima equivocada
Otra película del subgénero de home invasion que se deja caer por aquí y otra película del ramo de resultado satisfactorio, aunque seguimos esperando la llegada de una que termine siendo redonda.Intruders -no confundir con la cinta del mismo título de Juan Carlos Fresnadillo- iba a titularse en un principio Shut in, aunque se vio forzada a un cambio de nombre por la inminente llegada de otra película del mismo título interpretada por Naomi Watts. Debido a las limitaciones del subgénero, es difícil encontrarse con alguna película reciente que vaya más allá de repetir esquemas con una rutina tediosa. Pero el director Adam Schindler le echa un poco de ganas al asunto y a la historia de siempre le mete un par de elementos originales que funcionan muy bien.Tenemos todos los elementos esenciales: una gran casa de aire victoriano, una víctima y unos matones que tienen como objetivo cometer un robo. Y nos encontramos otra home invasion con alguna particularidad como ya ocurría en otras que han pasado por aquí como la española Musarañas o la más reciente Hush. Esa particularidad viene, una vez más, de la víctima, elemento sobre el que suele recaer algo más de peso psicológico para que el mecanismo funcione y produzca un mínimo de empatía en el espectador.
Anna es una joven que dedica su vida a cuidar de su hermano moribundo. Cuando este fallece, ella se queda sola, con un montón de dinero con el que no sabe que hacer. El día del entierro de su hermano, tres tipos entran en su casa con el objetivo de hacerse con un suculento botín.
Beth Riesgraf es Anna Rook, la joven agorafóbica que sufrirá el asalto de tres matones en su propia casa.
Para empezar, la protagonista, Anna Rook (Beth Riesgraf), es agorafóbica, lo que la convierte, en apariencia, en una víctima totalmente vulnerable. Por ello, cuando los tres tipos entran en su casa se ve incapaz de huir aún teniendo la puerta abierta de par en par.
Todo el arranque y la puesta en situación no es más que una sucesión de tópicos de este tipo de películas, asentándose en estereotipos muy trillados que también pasan por el perfil de los personajes que ejercen de cazadores, en este caso los tres ladrones que entran en casa de Anna. Tenemos a JP (Jack Kesy), el tipo conciliador y dialogante, a Vance (Joshua Mikel), el cagao, y a Perry (Martin Starr), el loco psicópata. A ellos se les une Dann (Rory Culkin, el hermano de Macaulay), el joven que ha estado llevando comida a casa de Anna durante un año y preocupándose de su delicada situación.
No puedo decir que la exageración de los estereotipos sea algo que me guste. En el caso que nos ocupa, la forma de actuar de los tres asaltantes deja bastante que desear. En algunas ocasiones parece forzada y en otras un tanto ridícula. Pero qué le vamos a hacer.
Aquí el caso es centrarnos en Anna Rook, una chica que desde el principio perturba, porque se le ve que muy bien no está. Y efectivamente. Ya desde las primeras conversaciones con su hermano intuímos que ambos guardan un oscuro secreto. Ahí es donde Adam Schindler introduce su original giro, que al final viene siendo la parte más interesante -por sorprendente- de la película. Anna no es la chica que parece ser y eso es algo que se quiere hacer notar con una actuación que si bien es correcta, descoloca un poco. Beth Riesgraf pasa de la pobre desvalida a Jigsaw con una facilidad pasmosa. Una cosita que esté bien.
Intruders cuenta con muchos puntos a favor. Uno de ellos, claro está, su giro original. Otro es su corta duración, una hora y media que se pasa volando y que se ajusta perfectamente a lo que Schindler nos quiere contar, para evitar atrancarse en su término medio y agotar al personal. Pero también tiene un buen puñado de puntos negativos que evitan que termine siendo una película redonda. Principalmente su final -curación milagrosa mediante- y la resolución del secreto de Anna Rook, con algo de salsa moral -insuficiente- y poco trabajado. Aún con eso, Intruders entretiene y consigue que no perdamos ripio de lo que ocurre en una casa que parece un laberinto.