Ante las inundaciones que provoca el río Ebro, como las de este año, debe recordarse el Plan Hidrológico para la regulación del agua que fue cercenado por José Luis Rodríguez Zapatero nada más llegar al poder, en 2004, para satisfacer las exigencias separatistas de ERC, que gobernaba con los socialistas catalanes e IU la Generalidad desde 2003.
Pasarán décadas y deberán seguir recordándose las irreflexivas, realmente delictivas, decisiones de Zapatero durante su mandato que destruyeron lo que serían notables avances para el bienestar y la economía de los españoles.
Como la de la eliminación por decreto en su primer año de una ley educativa aprobada en las Cortes todavía útil, lo que hizo perder una década de mejor formación de los estudiantes.
Y canceló también ese Plan Hidrológico, mayoritariamente financiado por la UE, que regularía con trasvases y pantanos, aunque solo parcialmente, el cauce del Ebro.
Así, llevaría agua potable a ciudades sedientas y riego a las ricas pero muchas veces secas huertas valencianas, murcianas y del este de Andalucía.
Pero Cataluña estaba gobernada por el Tripartito que presidía Pasqual Maragall, que tenía como socio principal a un hijo de guardia civil aragonés convertido en furibundo separatista, Josep Lluís Carod-Rovira.
La regulación el Ebro propuesta por el último gobierno de José María Aznar ya había sido un proyecto del ministro socialista de la II República Indalecio Prieto.
También de Josep Borrell, ministro de Felipe González, que planteaba muchas más obras y regulaciones que Miguel Arias Cañete, el ministro de Aznar.
Pero Ezquerra Republicana de Catalunya (ERC) se negó a que el agua del río fuera “a España para campos de golf y a urbanizaciones de lujo”, cuando se trataba sobre todo de llevar agua para la agricultura; en todo caso el golf es un producto turístico enormemente rentable.
Pero en realidad, lo que se quería era separar como fuera Cataluña del resto del país, y en esas estamos.
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SALAS