Seguramente vio usted por televisión a los 160.000 independentistas catalanes, un tercio de ellos inmigrantes musulmanes, que se manifestaron este sábado en Barcelona exigiendo recibir refugiados pero también inmigrantes, quizás millones, a costa de usted y de los demás españoles.
En 2014 muchos convocantes habían puesto urnas para votar el separatismo, pero esta vez ni una sola con datos de voluntarios para acogerlos en sus casas.
La catástrofe que propone el independentismo para romper España, el pensamiento oenegé y buenista de moda y la izquierda utópica no encuentran quien se les oponga razonable y contundentemente.
A pesar de observar estos días la cercana de Francia, donde el descontrol migratorio desmantela la seguridad de sus ciudadanos, acosados en muchas ciudades por jóvenes, con todas las oportunidades que da la honorable República, de barrios en los que ni la policía puede entrar; y ello, aparte de la permanente amenaza de los atentados islamistas que viene de las mismas áreas crecientemente fanatizadas.
Y ya en España, cerca de 500 inmigrantes asaltaron violentamente la valla fronteriza de Ceuta esa misma semana, como hacen con creciente frecuencia también en Melilla, sin que se sepa realmente su origen e intenciones, ni se tengan siquiera sus huellas dactilares para poder saber quiénes son, igual que se conoce a los españoles.
Ni desde la derecha ni desde la izquierda se atreven a explicar con crudeza el monumental desastre social y de orden público que puede generar la llegada masiva de refugiados e inmigrantes, incluso aunque fueran pacíficos, que acabaría con las redes alimentaria, sanitaria y educativa de la mayoría de los españoles,
Sólo lo hizo una vez José Carlos Díez, responsable del próximo programa económico del PSOE, lo que le costó la amenaza de destitución si se repite.
Ante la demanda de Podemos y de algunos conmilitones del PSOE de crear “una renta básica para todos y cada uno de los ciudadanos por el mero hecho de serlo”, advirtió que España se inundaría de inmigrantes, ahora ya no se diferencia entre españoles contribuyentes y "el otro", exigiendo ese sueldo mensual en oleadas que sólo se pararían “con francotiradores”.
Naturalmente no repitió la advertencia porque nadie salió en su apoyo, ni siquiera el PP, pese a saberse que las avalanchas de refugiados políticos y económicos terminarán en una invasión incontrolable, sobre todo si los países del norte de África se desestabilizan.
Imaginemos que comienzan a salir hacia España millares de barcos cargados de gente, no a 1.800 kilómetros de mar, como Libia, sino desde Marruecos, a 13.
Debemos exigirle a los políticos que debatan sobre la diferencia entre verdaderos refugiados y jóvenes en edad militar, inmigrantes, y el sueño islamista de reconquistar Al-Ándalus.
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SALAS