The evening's the best part of the day. You've done your day's work. Now you can put your feet up and enjoy it.
Kazuo Ishiguro, Lo que queda del día
Hace unos años me fui a vivir a Berlín. Con la excusa de un curso de formación estuve tres meses viviendo en aquella ciudad maravillosa, desde el ocaso del mes de enero hasta los primeros amaneceres de abril.
Servidor, que siempre ha odiado el frío, se pasó la mitad del tiempo anticipando la primavera y pontificando sobre sus inminentes bondades y calideces. Sobre las notables ventajas psicológicas de vivir en un lugar en el que el tránsito del tiempo se refleja en los bosques y en los lagos. Por supuesto la vida siempre te lleva la contraria, así que cuando por fin llegó, aquel 21 de marzo se presentó acompañado de una nevada monumental.
Por otra parte, tengo una amiga que vive al sur del Ecuador y que se lo monta para vivir dos veranos por año. Cuando los días comienzan a acortarse, cambia de hemisferio. Cada vez que nos vemos, le confieso mi envidia.
Hoy, que comienza el invierno, me recuerdo que esta época oscura y gélida solo tiene un propósito, que se ejerce por contraste. Iluminar y anticipar la primavera. Aunque venga blanca. Aunque no venga.
