Por Virginio Gallardo
Vivimos en el mundo del estrés laboral, del working burning y de la precariedad emocional donde se extienden enfermedades como la depresión y la ansiedad, donde se diría que no hay nada que descuidemos tanto como nosotros mismos.
Vivimos en el mundo de elevada longevidad, con esperanzas de vida que cada vez se acercan más al siglo y en el que está apareciendo una preocupación creciente sobre cómo deberíamos cuidarnos más y de forma más científica a nosotros mismos.
Vivimos en el mundo de la obsolescencia profesional, donde los conocimientos y los hábitos son efímeros, donde los profesionales como nunca antes tienen enormes dificultades para no quedarse atrás y donde el intenso ritmo de trabajo dificulta el desarrollo profesional.
Vivimos en la sociedad de la innovación donde los expertos manifiestan sin dudas que se requiere de directivos y profesionales creativos y abiertos a nuevas perspectivas, capaces de reinventar no sólo productos y procesos sino también modelos de negocio.
Vivimos en un mundo de contradicciones entre lo que vivimos profesionalmente y lo que aparentemente deberíamos hacer. Dejarse llevar por las circunstancias y el ruido es ir a una más que probable precariedad personal y profesional sin siquiera esperar a acercarnos a nuestro probable casi siglo de vida. Y para las organizaciones significa profesionales envejecidos, poco útiles, frenos a la innovación, especialmente en directivos, y por tanto estorbos prescindibles.
Se hace necesario tomarnos un momento de descanso y pensar en cómo invertir en nosotros mismos: qué cosas deberíamos hacer ahora para que después tengamos futuro. Comparto aquellos aspectos que siempre consideré como más importantes:
1. Reinventarse frente a la caducidad del conocimiento: Reciclarse no es suficiente hay que reinventarse. Debemos quemar parte de nuestro pasado y de las cenizas deben resurgir nuevos hábitos y formas de pensar. Olvidar y desaprender es más difícil que aprender. Debemos dedicar más atención en destruir ideas y valores falsos, pues sino no se reincorporarán las nuevas. Buscar momentos de aprendizaje constantemente, forzar cambios profesionales y buscar constantemente espacios para el aprendizaje. Dejar que la serendipia actúe, estar abiertos y escuchar nuestro entorno, profundizar en aspectos que nos puedan ser útiles y llegaron a nosotros sin ser buscados.
2. Reforzar lo emocional frente a lo racional: El éxito profesional suele depender más de factores emocionales y actitudinales que de los conocimientos. Desde que surgió el concepto de inteligencia emocional muchos nos hemos sentido discapacitados. Las competencias emocionales son la base de nuestra compresión de nosotros mismos y de nuestras emociones y la base de las competencias relacionales. Reforzar el autoconocimiento de nuestras competencias y reforzar cómo nos relacionamos con los demás es la gran asignatura pendiente de nuestras organizaciones. Buscar el equilibrio emocional-afectivo con nuestro entorno profesional-no profesional e incrementar la empatía: un verdadero reto.
3. Potenciar equilibrio mente cuerpo: Sin Hard el Soft no funciona. Olvidar aspectos relacionados con el descanso, ejercicio, alimentación y muchos otros aspectos más, puede sonar obvio, pero afecta de forma negativa a un elevado porcentaje de profesionales que en el caso de directivos se incrementa. Afecta a nuestra capacidad de aprender y entender el mundo que nos rodea, nos resta amplitud perceptiva, empatía y bloquea el cambio personal, nos hace menos resilientes. El exceso de estrés y presión rompe este equilibrio, buscarlo debe ser nuestra asignatura pendiente.
4. Ahorrar es invertir: Una inversión necesita poner un recurso ahora para obtener más rendimiento en el futuro. Si no disponemos tiempo en el presente no podremos invertirlo. El tiempo profesional es dinero y poder disponer de dinero está relacionado con disponer de más tiempo. La asfixia financiera y la presión económica, hipotecas demasiado elevadas o un ritmo de vida que no permite la disminución de ingresos a corto plazo suele ser un grave impedimento para encontrar el espacio de tiempo necesario o el riesgo de nuevos destinos profesionales. En la mayoría de los casos se tratará de disminuir la presión financiera, vivir por debajo de tus posibilidades. El tiempo es dinero e invertir puede suponer ahorro financiero.
5. Cambiar es energía y sentido: El cambio personal al igual que el cambio organizativo requiere un enorme esfuerzo y energía. La motivación que nos hace cambiar en el ámbito profesional suele ser la voluntad de hacer nuestra actividad mejor. Y aunque esto es un objetivo que tiene la mayoría de personas, la motivación requerida para efectuar los cambios necesarios suele ser insuficiente. Aquellos que han encontrado en su actividad profesional cierto sentido y trascendencia tienen este plus de energía. Lo cotidiano nos desgasta, es importante parar y recordar que es lo que nos motiva e impulsa. Intentar buscar ese sentido a lo que hacemos y reorientar nuestra actividad profesional e intensidad una obligación para ser felices.
No hay nada que descuidemos más que cuidarnos de nosotros mismos. La prioridad aparentemente está clara, nadie dirá que hay algo más importante que invertir en uno mismo. Como en tantas otras cosas importantes de la vida sabemos que hay que hacer, lo difícil es hacerlo.
En nuestra sociedad donde la innovación deja fácilmente atrás a los mejores, el futuro profesional deseado existirá para los que sepan crearlo, el resto se tendrá que conformar con lo que les deparé el destino. Buscar qué queremos e intentar disfrutar con ello es un derecho que cuesta ganar, en cualquier caso nunca es demasiado tarde para ser lo que tendríamos que haber sido, ni para comenzar a hacer lo que tendríamos que haber hecho.
Autor Virginio Gallardo http://supervivenciadirectiva.com/2011/08/25/invertir-en-uno-mismo-cinco-claves-para-crear-nuestro-futuro/