A veces me pregunto si invertir en bolsa no es como jugar a la lotería, o quizás debería decir mejor a la ruleta rusa. O caminar por un campo de minas. No sé qué expresa mejor lo que pretendo decir. Quizás la idea del campo de minas.
En un mundo tan interconectado como el actual, el famoso “efecto mariposa” se queda corto. Hoy mismo, tras la lectura de los diarios físicos y digitales (la información nos invade), me encuentro con al menos los siguientes riesgos que pueden hacer que cualquier día las bolsas se hundan:
- Un volcán islandés a punto de erupción
- Un caza chino acosando a un avión militar norteamericano
- Las habituales pruebas de misiles de Corea del Sur
- La posibilidad de que explote en una guerra global el conflicto Ucrania-Rusia
- Un nuevo atentado sangriento del nuevo y peligroso Ejército Islámico de Liberación
- Un recrudecimiento del conflicto Israel-Hamas, que se extienda a Egipto u otros países de la región
- La formalización de la guerra civil larvada que vive Libia
- La caída de Maduro y el estallido de la guerra civil en Venezuela
Son sólo unas cuantas situaciones de conflicto potencial y seguro que me dejo muchas.
En medio de ese panorama, ¿qué debe hacer un inversor prudente? Sólo se me ocurre una cosa: diversificar sus inversiones, manteniendo una parte en bolsa (diversificada), otra en renta fija, otra en liquidez y otras en inmuebles. Cualquier cosa puede pasar cualquier día, y nadie está a salvo.
Esa volatilidad afecta, sin duda, a la rentabilidad de la inversión, pero es el binomio eterno: riesgo-rentabilidad. Si queremos protegernos del riesgo, es a costa de la rentabilidad.