Y en eso que en el Congreso de los Diputados ya se ha llegado a la sesión de investidura que parecía que no tendría lugar nunca. El camino se ha hecho más largo que un día sin pan, han sido cincuenta y pico días que han parecido siglos. Pero bueno, ya hemos visto a Sánchez, con su corbata roja de los domingos, intentando explicarse un poco sobre las maravillas que podría hacer “la próxima semana” con un gobierno en minoría y sostenido con alfileres. O mejor dicho, intentando convencer o arrinconar a alguien en la sala (sin corbata) para ver si se puede rascar algo de última hora sin que se enfade un tercero (con corbata también). Vamos, un asunto de corbatas, una situación de patio de colegio, para entendernos.
Esta sesión va a ser distinta porque por primera vez en la historia de la especie de democracia esta que tenemos por estos andurriales llegamos a la investidura sin los deberes hechos y con la emoción de no saber quién va a ser presidente. Esta vez es distinto, el que sube a la tribuna sabe que se la va a pegar contra un muro de hormigón en el primer asalto y que veremos que pasa con sus restos en el segundo. Eso sí, hay que reconocer que Pedro Sánchez con su intentona (algunos dicen que suicida) demuestra no ser tan “blandito” como otro que será recordado como el que no de atrevió a “poner ahí la carita” no vaya a ser que le volviesen a romper las gafas de un soberano tartazo. Es lo que tiene la mezcla de astucia y cobardía (no se si a partes iguales, eso ya lo decidiremos otro rato) a la que nos tiene acostumbrados la política “estatua de sal” del rey del “no moverse nunca”. Como siempre, su estrategia consiste en esperar a ver pasar el cadáver de su enemigo, pero esta vez no se hasta que punto le va a servir su vieja táctica. De momento lo único que está pasando por su puerta son los escándalos de sus amigotes que han llegado a llevarse hasta los colegios de nuestros hijos. A mí ya me parece que esta gente pensaba como Donald Trump y estaban convencidos de que aunque se liasen a tiros en mitad de la Gran Vía no les afectaría porque el cortijo era suyo. Vete tú a a saber que pasa ahora por sus cabezas para que se sientan legitimados para maltratarnos, ningunearnos y amenazarnos a pesar de haberse llevado el dinero a capazos en nuestras caras y dejarnos más tiesos que mojamas, sobre todo aquí en Valencia donde si en Vizcaya el presidente del PP estaba hasta los mismísimos de la corrupción, figúrense hasta donde estamos por aquí
Lo que sí me queda de todo esto es una sensación de disgusto, decepción más bien, al ver que parece que lo de la nueva política va acabar en sueños, igualito que Calderón de la Barca y el monólogo de Segismundo “… que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son”. Los nuevos partidos que prometían aire fresco para acabar con la podredumbre han demostrado ser más de lo mismo y han dejado clara su querencia al mullido silloncito y a su ego sin que les importe lo más mínimo que no empecemos a ver soluciones a nuestras penurias que, aunque les parezca mentira, han continuado ocurriendo durante esta especie de “tiempo fuera” en el que hemos vivido con un gobierno en funciones que parecía “perpetuo”.
No se si será Pedro “el breve” como auguraba Levy pero por lo menos merecería ser recordado como “El relojero”, el personaje al que se había dado por muerto en su propio partido pero que al final ha conseguido poner en marcha el reloj que parecía oxidado por otro que prefería “pasar palabra” y que nos llevará a acabar con esto y tener un gobierno. Ya no se si la solución será un acuerdo de última hora o la ruinosa repetición de unas elecciones, lo que demostraría la incapacidad total de nuestro aparato político para entender que igual con nuestros votos les pedimos un gobierno más allá de izquierdas o derechas pero que nos de soluciones a nuestras penurias.
Conviene no olvidar que hemos llegado a este punto porque nuestros partidos han demostrado ser bastante zotes y no saber que el verbo “Negociar” implica dar el brazo a torcer en alguna cosa para conseguir otra, en ser flexible y permeable a las ideas del otro y no mirarse al ombligo, enrocarse en una posición y limitarse a poner papelotes delante de la cara del prójimo para que firme. Están demasiado acostumbrados a la vía fácil del “yo digo esto y va a misa”. Ese tiempo ha acabado, espero que hayan aprendido algo estos días. La partida continúa y el reloj se ha puesto en marcha.