Revista África

Invierno en smara

Por Bubisher
INVIERNO EN SMARAEl frío es intenso cuando los nueve grados nocturnos no se caldean con radiadores que abrasan, ni hay chimeneas en las que se consumen troncos de árboles muertos, cuando el sueño transcurre a pocos centímetros del suelo y por las rendijas de las ventanas se filtra el invierno. El día es distinto, la temperatura sube a veinte grados y la luz regresa creando la sensación de una primavera anticipada. Se anima la vida. Los lazos multicolores de las niñas atraviesan la hamada camino de la escuela, y se cruzan con los pasos de sus compañeros de juegos y de estudios. Porque en los campamentos, la coeducación es un logro social perfectamente asumido.Y, mientras tanto, en las jaimas las tareas domésticas no cesan ni se aceleran con sofisticados electrodomésticos. No hay tiempo que perder, pero siempre se puede compartir con quienes se cruzan en el camino cotidiano.La tarde rompe su monotonía con un té y se vuelve sorprendente si a lo lejos se divisa el ya familiar Bubisher: ¿Qué saldrá hoy de su vieja barrigota? Sigue el tiempo su ritmo y el termómetro su curva descendente. Las primeras estrellas contemplan la fuga del sol, que en su huida recorta con tiralíneas las siluetas de las jaimas. Y entre ellas, una nueva construcción que crece día a día y que pronto arropará a quienes busquen en los libros compañeros de viaje.De nuevo la noche. Y el frío. Silba el silencio entre las piedras poniendo punto final a un día cualquiera en el invierno de la hamada

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