Por fin volvieron los ejercicios de Adictos a la escritura, aunque esta vez se daba mucho más tiempo para realizarlos. En esta ocasión, el ejercicio consistía en hacer un relato que se centrara en el invierno, y esto es lo que se me ha ocurrido:
Invierno y su banda
Invierno y su banda se preparaban para dar su golpe maestro. Poco a poco se iban recuperando de su derrota frente a esa odiosa Primavera y sus secuaces, y ya casi habían recuperado toda la fuerza que perdieron en esa gran batalla. No obstante, debían esperar al momento oportuno: no podían ni pensar en enfrentarse a Verano sin que ambas bandas se destruyeran por completo la una a la otra y Otoño salió de su batalla contra Verano tan fortalecido que no merecía la pena atacarle de inmediato. Así pues, Invierno contuvo a sus secuaces hasta que llegó el momento preciso y les obligó a tener paciencia.
Comenzó por sobornar a uno de los secuaces de Otoño. Lluvia era un conocido chaquetero que, aunque prefería trabajar para Primavera y Otoño, no tenía inconveniente en hacerlo para Invierno y, en contadas ocasiones, para Verano. Así pues, Invierno aprovechó un descuido de Otoño para buscar a Lluvia y sobornarle para que se dejara enfriar antes de caer sobre los incautos humanos.
Su segundo paso fue reforzar al grupo de secuaces que se encargaba de obligar a Noche a trabajar más horas y de mandar a Día a casa antes de tiempo. Otoño ya se había encargado de esa tarea, pero prefería que fueran los de su banda los que controlaban a Noche y Día.
Luego se encargó de que Viento del norte derrotara a Viento del Sur, lo que mandó una ola de frío en el continente. Aun así, Otoño fue lo bastante fuerte como para contraatacar y las temperaturas volvieron a subir, pero cada nuevo ataque que lanzaba Invierno le hacía perder fuerza y poco a poco empezó a ceder en ese frente.
Entre tanto, mandó a algunos secuaces a quitarle las hojas a los pocos árboles de hoja perenne que aún la conservaban: tenía la intención de que, en cuanto reinara, desapareciera esa alfombra de hojas que tanto simbolizaba a su odiado adversario.
Aunque Día estaba controlado y cada vez duraba menos, Sol seguía brillando con fuerza, así que Invierno concentró sus esfuerzos en Noche y, mientras ella duraba, mandaba a su subordinado, Escarcha, que con un pequeño grupo de amantes cubrían todo cuanto tocaban por una capa de hielo que cada día era más firme y gruesa. Invierno se divertía mucho con esto, ya que a esa altura muchas criaturas decidían esconderse en sus agujeros y, las que seguían en funcionamiento durante su reinado sufrían terribles inconvenientes. Le hacían gracia especialmente los humanos, que sufrían de lo lindo rascando el hielo de sus odiosos coches, que tanto habían ayudado a Verano a hacerse más fuerte durante los periodos en los que su banda era la predominante y que tantas molestias causaba a Frío, pues cada vez tenía que esforzarse más por hacer bien su trabajo.
A estas alturas, Invierno era el dueño indiscutible, pero el incansable Otoño seguía insistiendo en no dejar su puesto e incluso pidió a Anticiclón que interviniera para que hubiera unos días de Sol y el pobre Frío tuviera más difícil imponerse. Pero Invierno hizo venir a Borrasca, que se encargó de alejar a Anticiclón, lo que permitió a que la banda de Invierno acabara de asentarse: para cuando Anticiclón volvió, ni siquiera Sol era rival para ellos.
Lo primero que hizo Invierno cuando alcanzó el poder fue dejar a Frío al mando unos días y darse una vuelta por el mundo mortal. La mayoría de los humanos le maldecían y deseaban que su reinado acabara pronto, pero algunos se sentían aliviados de que Calor se hubiera marchado por fin. Aun así, esos tontos mortales seguían buscando a Calor e incluso habían inventado unas máquinas infernales para alejar a Invierno y sus secuaces de sus hogares. «Al menos», pensó, «no somos los únicos a los que odian: cuando reina Verano también intentan combatir a Calor trayendo a Frío gracias a su máquinas, lo cual me parece muchísimo más juicioso que hacerlo al contrario. E incluso han inventado pistas de nieve y hielo para simular mi reino en algunos sitios, y esos aparatos que llaman neveras para mantener a Frío en sus casas todo el año sin interrupción, cosa que no hacen con Calor, que debe conformarse con ser usado solo cuando van a cocinar».
En estos paseos por el mundo mortal, Invierno se topaba con viejos conocidos a los que no soportaba, pero que se aprovechaban de su reinado para hacerse más fuertes, como con Gripe y Resfriado. El líder de la banda, no obstante, los tenía que tolerar, ya que no había manera de quitárselos de encima, a pesar de que conseguían que los humanos le odiaran más.
Por suerte, para combatir esa mala imagen tenía un aliado perfecto: Navidad. Había empezado siendo corta, pero cada año parecía durar más y la mayor parte de la gente se contagiaba con su espíritu festivo y alegre. A Invierno le caía muy bien Navidad, pero cuando la vio ese día, recién ganada su batalla contra Otoño, huyó de ella como todos los años.
—¡Espera, Invierno, espera! —le gritó entonces Navidad—. ¿Este año traerás nieve cuando yo esté en mi apogeo?
—No sé, Navidad —respondió Invierno, evasivo—. Todavía estamos asentándonos y Nieve no suele venir a las zonas más bajas hasta que Frío está en su punto álgido, y solo si Borrasca decide pasarse...
—Inténtalo, por favor. Los Inviernos de otras regiones, en especial los del norte, tratan mucho mejor a sus Navidades. ¿No has oído eso de Navidades Blancas? ¿Por qué nunca puedo ser una Navidad Blanca?
—Ya te he dicho que haré lo que pueda, Navidad, pero ya sabes cómo es Nieve.
—¡Pero tú eres el líder de la banda! Algo podrás hacer para que te haga caso...
—Lo intentaré, de verdad que lo intentaré. Ya sabes que a mí me interesa más que a nadie que Nieve salga cuanto antes, pero es tan perezosa... —fue lo único que pudo prometer Invierno, que se propuso conseguirlo este año.
Así pues, volvió al cuartel general y comprobó complacido cómo Frío se había fortalecido. Le pidió que siguiera haciéndolo mientras hablaba con Viento del norte y con Borrasca para invitarles a su reino el veinticuatro de diciembre. Ese mismo día llamó a Nieve, que estaba adormilada, pero se espabiló en cuanto vio a sus dos amigos. Borrasca estaba charlando con Lluvia, pero Nieve pegó un puñetazo a ese mindundi y, tras dar dos besos a sus amigos, salió con ellos a hacer su magia. Invierno, satisfecho, recibió una nota de agradecimiento de Navidad, a pesar de que Nieve no consiguió cuajar, y continuó con sus planes de expansión.
No obstante, todo reinado llega a su fin y, para cuando llegó abril, sus secuaces estaban un poco cansados. Primavera, que había estado a la espera y ya había conseguido engañar a los secuaces de Invierno para que Día fuera más largo y Noche trabajara cada vez menos, pidió en secreto a Lluvia que volviera con ella, cosa que ella, harta de los desprecios de Nieve, hizo encantada. Así pues, cada vez fue cayendo menos fría.
Entre tanto, Viento del norte perdía cada vez más a menudo contra sus hermanos y Calor comenzó a librar grandes batallas contra Frío, lo cual hizo que este se debilitara cada vez más. Debido a esto, Escarcha y sus amantes cada vez tenían más difícil hacer su trabajo y no tardaron en dejarlo al ver que sus intentos se fundían cada vez más rápido y que Rocío comenzaba a hacer su aparición.
Finalmente, Invierno, frustrado, tuvo que ceder el trono a Primavera, aunque un par de veces hizo el intento de recuperarlo, más por orgullo herido que por otra cosa, sin ningún éxito. No le quedó más remedio que resignarse y, tras unos meses tan deprimido como el resto de su banda, se puso en marcha de nuevo. Les animó como pudo, les pidió que recuperaran fuerzas y comenzó a planificar la campaña del próximo año: con verano no podría, pero seguro que Otoño le derrotaba, y ese idiota era fácil de vencer...---------------------------------------------------------------------------------
Todas las historias y personajes de este blog son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.Follow @DeborahFMu