El islam guerrero e imperialista, derrotado al caer el sultanato otomano en 1922, resucitó en 1979 con el triunfo del líder chiita de Irán, del ayatolá Jomeini, y ha ido reconquistando países sunitas, donde asesina a los que le habían facilitado la vuelta al poder, como al embajador de Barak Obama en Libia, Christopher Stevens.
Asesinato “respuesta” a la casi desconocida película, Mohamma’s Trial (Juicio a Mahoma), filmada y emitida en EE.UU. sobre Mahoma y la persecución a los cristianos coptos, que presenta al profeta como monstruo creador de una doctrina sanguinaria.
Hace solo once meses, el 20 de octubre de 2011, los revolucionarios libios capturaban a Gadafi, al que sodomizaron con palos antes de matarlo sádicamente, con apoyo del mismo embajador de Obama y los líderes occidentales, incluyendo a Zapatero y su Alianza de Civilizaciones.
Era la Primavera Árabe, iniciada en Túnez el 17 de diciembre de 2010, cuando un vendedor ambulante se quemó a lo bonzo para protestar porque la policía de la dictadura le había requisado sus productos.
Cayó el tirano Ben Alí y ganaron democráticamente Túnez los salafistas, sunitas radicales que ahora, aterrorizan a los laicistas y oprimen crecientemente a la mujer, antes la más libre del mundo árabe.
En Egipto la Primavera se inició el 25 de enero de 2011, mayoritariamente con laicistas en la Plaza Tahir. Acabó llevando al poder democráticamente a los Hermanos Musulmanes, perseguidos antes por su fanatismo.
Están acosando y matando a numerosos cristianos coptos.
En Siria, el chiita-alauita Bachar Al-Assad está siendo atacado en una guerra civil por salafistas con apoyo de Obama y de Europa.
La Primavera Árabe, Otoño sin Verano e Invierno-Infierno, es el triunfo del salafismo, del islam imperialista, cuyos crecientes crímenes reciben ayuda indirecta de Obama, y de un Occidente suicida.
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SALAS