Invitamos a Dios a cenarCarmen puso los platos en la mesa para la cena. Uno de sus hijos contó los platos y le dijo:
_ Mamá sobra un plato.
La madre guardó silencio y empezó a servir la cena._ Mamá sobra un plato_ señaló otro de sus hijos._ Hijos, no sobra ningún plato. Porque esta noche hemos invitado a Dios a cenar_ explicó la madre.Los hijos estaban emocionados porque por fin verían a Dios cenando con ellos. Luego la madre se sentó y oró dando gracias por los alimentos.Mientras cenaban, los niños no quitaban la vista de la puerta, esperaban emocionados la llegada de Dios._ Creo que Dios no viene, estará ocupado_ susurró uno de los niños.Segundos después la madre, que estaba en la cocina buscando el postre escuchó el timbre de la puerta y cuando entró al salón vio a los niños corriendo juntos a la puerta para abrirla. _ Mamá, un mendigo está pidiendo algo de cenar_ gritó uno de los niños._ ¡Dile que pase!_ dijo la madre.Sentados todos en la mesa, los niños vieron que la madre le había servido la cena en el plato que había reservado para Dios al mendigo. Y con mil preguntas en el aire guardaron silencio.Cuando el mendigo se marchó la madre les afirmó:_ ¡Ese era Dios! ¡Y llegó a tiempo a cenar con nosotros!_ Pues no sabíamos que Dios era tan pobre y necesitado_ dijeron los niños muy apenados._ Siempre que le demos de comer, beber o ayudemos a alguien, es a Dios a quien se lo estamos haciendo_ concluyó la madre.Autora: María AbreuY respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis (Mateo 25:40)