Revista Deportes
Dentro de 20 días nuestros teléfonos echarán humo felicitándonos y, con maravillosos propósitos, deseándonos entre todos lo mejor del mundo para el año nuevo. Mientras, el resto del año, si nos podemos pisar, lo hacemos. La cercanía y el afecto sólo tienen cabida esos días. Es incomprensible cómo de rápido están involucionando las relaciones humanas. Hoy día nadie quiere saber nada de nadie y no se trata de una apreciación tremendista, basta observar nuestros comportamientos un día cualquiera. No sé si esta involución en el trato cotidiano entre familiares y amigos seguirá este incremento exponencial, lo que tengo absolutamente claro es que cada vez es más fácil sustituir mensajes wasap por un abrazo sentido, por un cómo estás o cómo te va. Por supuesto, todo esto que digo es una obviedad, además imparable, porque este circo ya está montado así para que cada uno de nosotros seamos actores de dos caras; una, la más reconocida, la que puede ser más apreciable y la otra...la otra es la que muestra nuestra cuota de hipocresía. Llegados a este punto quedan sólo dos caminos por escoger, uno es seguir dentro de esta burbuja mientras sigue engordando hasta que un día explote y la otra es meter la mano en nuestro pecho, reflexionar y buscar/luchar ser personas íntegras (por supuesto, esta opción será la menos elegida).