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El cerebro humano parece que admite mejor el odio y la venganza, que el amor. ¿Por qué? Yo que sé. Pero algunos estudios parecen que han demostrado tal hecho aunque no responden a la pregunta. Tal vez porque llevamos milenios odiándonos y vengándonos los unos de los otros. Hasta vino el hijo de dios para salvarnos, y lo crucificamos. Eso está grabado en el ADN. También han demostrado que el hombre es altruista por naturaleza. También está en el ADN. ¿Tenemos dos ADN distintos mezclándose por ahí? Ojalá. ¿De dónde venimos? -me dije que no caería en hacer esa patética pregunta-. ¿Es importante eso? Sí. España es el decimonoveno país que más armas vende al mundo. Vendemos odio y venganza. Hay tantas guerras que no se pueden contar con los dedos de las manos, los pies y el pene. Es decir, más de 21. Y es un negocio como otro cualquiera. Pero al mismo tiempo estamos en la época más altruista de todos los tiempos. Ir hacia el odio es tan fácil como comerse una hamburguesa grasienta con coca-cola cuando uno está algo chisposo de alcohol. Sienta tan bien. Se pasa del amor al odio con la facilidad con la que alguien pone en evidencia nuestros sentimientos. Y se tarda mucho en recuperarse de eso. También está en el ADN dichoso. En realidad somos DNA (en inglés para variar de siglas). Es curioso, hay estudios que demuestran todo tipo incongruencias de conciencia. Odiar y amar es como la cara y cruz. Tanto el amor, como el odio y la venganza, mueven montañas. Si supiera hacer budú, tendría muchos clientes (como en márketing) a los que clavar agujas en su muñeco. ¿No me digan que no mandarían a algunos, o algunas, al mismísimo infierno sin pestañear? No me digan que no, por favor, que me voy a sentir muy culpable por pensar en ello. En fin, su ADN es como el mío más menos, así que estamos incluidos en esos estudios, nos hagan o no gracia.