Hoy cumple años Irene Escolar (es muy joven, pero no diré su edad, uno es un caballero); y además de felicitarla desde aquí, la ocasión me parece una excusa como otra cualquiera para dedicarle una entrada en este blog, que me consta que sigue, lo que para mí es un verdadero honor. La conozco poco, apenas tres o cuatro conversaciones, y no he visto más que tres funciones suyas -«Rock'n'roll», «El mal de la juventud» y «Oleanna»-, más la película «Los girasoles ciegos», pero creo que es más que suficiente para saber que es un bello ser humano y una estupenda actriz, muy comprometida y enamorada de una profesión que -no encuentro ninguna expresión mejor que el tópico- lleva en la sangre. Es nieta de Irene Gutiérrez Caba y, por tanto, sobrina-nieta de Julia y Emilio Gutiérrez Caba, que no son malos antecedentes.
Que haya trabajado ya con directores como Álex Rigola, Mario Gas o Andrés Lima, que Gerardo Vera la haya incluido en el reparto de «Agosto» y que Miguel del Arco cuente con ella en «De ratones y de hombres» -las dos producciones se estrenarán el año próximo- dice mucho de su progresión como actriz. Ya escribí en este mismo blog lo mucho que me impresionó su trabajo en «Oleanna», la difícil obra de Mamet que interpretó en el teatro Español junto a Jose Coronado, con dirección de Manuel de Benito. No me repetiré, pero sí recordaré la detallista precisión de su delicado trabajo.
Este verano coincidimos en Londres; antes de viajar, recibí un mensaje suyo en Facebook. Se había enterado de que iba y, como ella estaba ya allí, me dio cuatro o cinco títulos para ver. Todo un detalle. Nos encontramos una mañana, frente a la puerta del Donmar Warehouse, adonde habíamos ido mi sobrino Pablo y yo para, infructuosamente, tratar de conseguir entradas para «Anna Christie». Irene iba con su pareja, el también actor Martín Rivas. Más tarde nos volvimos a ver en el teatro, donde vimos «Betrayal», de Harold Pinter. Salimos los cuatro emocionados por el montaje y por la interpretación de los actores, entre los que estaba Kristin Scott-Thomas. «Creo que es el mejor Pinter que he visto nunca», me dijo Irene, a quien, repito, le desborda la pasión por el teatro. Me alegró ver hace unas semanas que estaba (también Martín) entre los actores que trabajaron en Avilés con Kevin Spacey. Seguro que ha aprovechado la experiencia, porque sus ganas de aprender son infinitas.
Lo dicho, Irene: ¡¡Muchísimas felicidades!!