Revista Cultura y Ocio

Ireneo Funes versus Giordano Bruno

Publicado el 07 febrero 2012 por Flenning

A mí me gustaba pensar que Ireneo Funes era un representante de la memoria sin para qué, y ahora que Giordano Bruno ha llegado hasta este espacio con su Ars Quadrata, prefiero pensar que Ireneo vive a la sombra de sus recuerdos porque los ama. El recuerdo, como las sombras, es el horizonte que separa lo que no es, de lo que puede ser, e Ireneo vive en ese mundo mágico, inmerso en un pretérito indefinido, una realidad apenas cierta, apenas propia.

A pesar de que Ireneo no es pleno y perfecto, le basta y le sobra con experimentar la sombra de aquello que, sencillamente, es como es, como El Nilo ─porque, hay que decirlo, una cosa es una Cosa y otra cosa es lo que Es─. Le basta y le sobra, digo yo, porque cada sombra, o cada recuerdo, puede transformarse de semejante en auténtico; el mundo pretérito puede transformarse en un presente continuo: de hecho, Ireneo debe vivir cada día como si fuera otro dia… Cada sombra, cada recuerdo, cada parte, en fin, de la sustancia que proyecta sus vestigios, puede ser transformada en el todo.

¿Qué pases mágicos deben realizarse para lograr esta transformación? Sin duda, se trata de pasos necesarios, pero peligrosos, pues, si un recuerdo se parece a otro, o si una sombra se parece a otra, no puede saberse si después de la transformación se está más cerca o más lejos de la verdad. Yo no conozco la respuesta y, si acaso la conociese, mi psique la la poblaría de sombras, pero Giordano Bruno sí tiene una idea acerca de cuál es el camino transformador que lleva desde el recuerdo de La cosa hasta la esencia de La cosa.

«… Intención decimotercera: indudablemente, si una concordia en cierto modo indisoluble conecta el final de los primeros con el principio de los segundos, y el pie de los precedentes con la cabeza de los que de cerca los siguen, serás capaz de tocar aquella cadena áurea que se representa suspendida entre el cielo y la tierra; y tal como te es posible descender del cielo por ti mismo, de igual manera serás capaz de retornar fácilmente al cielo por medio de un ascenso ordenado.

Podemos prestar una gran ayuda a la memoria a través de esta ingeniosa conexión, porque tiene la virtud de presentar ordenados a la memoria incluso aquellos datos que no guardan relación alguna entre sí […]».

Pero si la sombra de las Cosas pertenece a un horizonte real, y si la sombra de las Ideas pertenece a un horizonte mágico, ¿es lícito relacionarlas? Es que… aunque la sombra de una idea se abstrae de la Cosa, las cosas no existen sin su sombra, y es lícito, sí, intuir la Cosa a través de su sombra. Lo que también afirma Bruno, e Ireneo intuye como verdadero, es que solo una puede ser la sombra de todas las ideas, y solo un recuerdo puede ser el recuerdo de todos los recuerdos. He aquí el paradigma de la idea fija que contiene, en sí misma, infinitas cosas diferentes; y de una sola sombra que tiene, en sí misma, infinitas diferencias.


Ireneo Funes versus Giordano Bruno

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La sombra de las ideas, Intención trigésima
«… La línea horizontal AB corta la línea CD que cae perpendicularmente y forma dos ángulos rectos. Entonces, si la línea vertical se inclina hacia B, da un ángulo agudo por una parte, pero obtuso por la otra. Conforme vaya inclinándose hacia F, G, H, I y K, y así sucesivamente, dará ángulos más obtusos y más agudos de una parte y de otra. Así pues, queda claro cómo hay infinitos ángulos agudos y obtusos diferentes en la potencia de estas dos líneas rectas. Dicha potencia no se distingue del acto en la causa primera, que es y en la que se halla todo cuanto puede existir, puesto que en ella ser y poder se identifican. Consiguientemente, justo en el mismo punto D, los ángulos diferentes son al mismo tiempo infinitos y uno. En el motor celeste, la diferencia consiste en una potencia activa, como la mano que puede mover la línea recta hacia los puntos E, F, G y hacia otros muchos, pero que no la mueve. En el cielo, en una mezcla, por así decir, de activo y pasivo, como en la línea CD, que puede moverse para formar este o aquel ángulo; en efecto, basándose en numerosas razones, los peripatéticos entienden que el cielo posee el acto junto con la potencia.En los cuerpos móviles que vienen después, y también en la materia, consiste en una potencia pasiva, representada por el punto D, que contiene innumerables ángulos agudos y obtusos diferentes de acuerdo con el modo de ser en la materia y en el eficiente y con el modo que participa del acto y de la potencia, como resulta manifiesto.[…]».

Diría Ireneo ─recordando los infinitos instantes y el único─, que «… cualquier cosa puede ser recordada en todas las cosas y a través de todas las cosas […]».


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