Iba dispuesto a ver Dublín. De nuevo, con ganas. Ya habíamos paseado Lourdes y yo sus calles y puentes más famosos en 2006 de la mano de un cicerone de lujo, mi hijo Borja, que ahora está en Alemania, país que no me pone nada, si acaso de mala leche; tantos seres de luz me ciegan. Según me cuenta, los alemanes no entienden el sarcasmo y la ironía. Así que paso, ambas cosas son mi segunda lengua (viperina), no quiero importunarlos. Allá ellos con su perfección. Como si no cagaran, con perdón. Yo te espero en España, hijo, que es despendole cósmico para bien o para mal, con tendencia a lo segundo. Sí, iba dispuesto a ver de nuevo Dublín y vi media Irlanda. Mi guía cambió de sexo en esta ocasión. Mi hija Xandra. Casi ná. Le encantan las sorpresas que hacen feliz a la gente querida porque en ellas encuentra una forma de vivir. Nos tenía preparada una. Se sumaba al regalo de los billetes para volar a su lado. Nunca nos arrancábamos por miedo crónico a surcar los aires. Sabía, sin embargo, que el deseo de ir lo teníamos bien volado. Con ella también aprende uno a no negarse.
Así que un día madrugamos (pidió tres de permiso en su empresa) para ir a la península de Dingle y en esa localidad tenía reservado, a traición, un Bed & Breakfast. Llegamos, hicimos en coche un tramo del wild atlantic way. Luego dejamos el equipaje en el B&B y tras tomarnos un trozo de pastel de chocolate que perdura en mis sentidos cual tatuaje – cortesía de acogida a los clientes -, paseamos, vimos, flipamos, bebimos pintas a destajo en tabernas cargadas de nostalgia y de gente cálida y amable de todo sexo y generación, tal que abuelos y nietos. Cenamos nuevos sabores, escuchamos en directo a músicos locales de folk en bares abarrotados. Dormimos, soñando yo con los despertares, conocedor de que tocaba pitanza salvaje. Primero bufé. A continuación le metí el desayuno irlandés, sin piedad, como si fuera la última voluntad o se avecinara el Apocalipsis. Era parte del plan, mi niña me tiene bien calado. Antes de reanudar la turné sucumbimos al ritual del souvenir con goce y paciencia. Regresamos haciendo la ruta del Anillo de Kerry (180 kilómetros de joya natural) dispuestos a parar a cada cuatro curvas en lugares diseñados para eso. Escenarios de rodaje de Star Wars, de parques nacionales, stones milenarias. Quien tenga curiosidad que pinche en los enlaces anteriores, ahorraré palabras que no pueden competir en belleza con las imágenes que encontrará y ganará tiempo para poder ir a la playa o la piscina.
Claro que estuvimos en Dublín, varias veces, repetimos la ceremonia ya contada para otros lugares, muchos. Nos sumergimos en el magma turístico, subimos en lo alto de sus buses, prestamos oído al talento de artistas callejeros que en ocasiones saltan a la merecida fama. De epílogo visitamos Howth, un pueblo de postal anexo a Dublín. Focas en el muelle que son como de la familia, podrían estar en nómina del departamento de turismo por lo bien que entretenían. Comimos en el puerto, siempre bajo las referencias de mi hija. Todo el tour, paisaje y gastronomía, había sido testado previamente.
Despedida de Irlanda en una típica casa irlandesa, de mis consuegros. Allí cenamos unos mejillones que había preparado Xandra en la suya y dos de las especialidades de Betty: chicken festival y apple tart de postre, regado todo con vino francés. Habíamos llegado un sábado tarde noche y nos agasajaron el domingo en el Club de Golf de Lucan, del que fue presidente Fintan, el suegro y que viene a ser una segunda residencia. Lucan Village es la primera, ahí criaron a sus cuatros hijos. Quererlos es una obligación. Siempre pendientes de nuestra comodidad, de que estuviésemos a gusto. Su forma de ser es un bálsamo para el alma. Gracias.
Irlanda es verde integral. Un gigantesco parte con sucursales en cada esquina. De gente amable y buen humor. Muy educada. Respetuosa con el Medio Ambiente, no talan ni destruyen, la huella humana convive con decencia, se integra discretamente sin quitar protagonismo a la naturaleza. Irlanda son plantas y flores por doquier. Es música y tradición, una inmensa sala de conciertos. Es niños ¡muchos niños!, es futuro, qué envidia. No hay viejos mirando obras, hay jóvenes viviendo. Un país de bicis, con carriles específicos que forman parte de las arterias, en dos ruedas van a todos los lados. Paisajes y personas. Eso es un país para mi, paisaje y paisanaje, suelo decir. En mi hija confluyen estos dos elementos, el paisaje de su alma y la persona que la alberga. Sin ella todo esto hubiera seguido siendo un sueño en la abarrotada cárcel de los sueños. Se ha indultado uno para hacerlo realidad. Lo único que falló un poco fue aquello que no dependía de la voluntad de Xandra: el tiempo. Dicen de Irlanda lo mismo que Almodóvar dice de Galicia, que en un día pasan las cuatro estaciones. Comprobado. No importó en absoluto. Irlanda es bella así y es más bella con mi niña dentro. Thank you too, hija. Y gracias a tu Eoin, of course, ya sabemos que sobran las palabras para hacernos entender
Desde el avión, llegando a IrlandaEl pollo que quedó cuidando Eoin mientras Xandra fue a recogernosMi nieto, MaxUno de los muchos parquesFauna coqueta que se deja Receso en el paseoDublín, variasUno de los muchos refrigerios que nos hacía XandraAdare, preciosoOtro repostajeAgasajo en el B&B, un encantoSecuencia de DingleIncreible, Bar & ferretería & actuaciones deliciosas, variasOtro bar…muchos ambiente en uno, normalGinebra local, con aportación de una pintora (pequeño recuadro azul)Mi hija Xandra y una de sus millones de caretos, haciendo vez para la cena (a continuación)No sé qué con zamburiñas en una salsa que lleva nataCaballa ahumada, deliciosaEspecie de lenguado al limónRape al curry, un sabor curioso (y rico)Desayuno, unos entrantes del buféEl ansiado desayuno irlandés (espero que mi doctora no vea esta entrada)Esto desayunó mi hija, ya no me acuerdo qué era pero vamos, no tenía desperdicioDesde un banco del B&BMás locales de DinglePintas después de cenar y actuación en directo de folk local, a reventar estabaUna de las miles de vistas, mejor ver los enlaces que he marcadoEn Killarney (Anillo de Kerry) paramos en un Eddie Rockets, se nos hizo tarde (y era una buena ocasión de apreciar comida basura de una conocida cadena) Jugando con mi nieto Max, en su casa, las paraba todasSecuencia de Howth, notas de colorMis dos chicas, Lourdes y XandraOootra paradita a comer(Howth), dura vida la del turistaCerveza local (no tenían pintas)Ejemplo de lo verde que es Irlanda, un coche cespedUnos bocaditos y sopa de pescado (muchos)Las mismas de antesPaseos finales por un parque aledañoParce un monumento al rayo, había varios árboles heridosLugar de la penúltima cena en LucanLa última cena…Betty y Fintan, gratitud eterna