El cine reciente de superhéroes ha dejado de mostrarnos al héroe como esa figura perfecta, inmortal e inalcanzable, para presentárnoslo como un ser humanizado y muy cercano al resto de los mortales. No sé si eso es bueno o malo pero, desde luego, divierte. Iron Man 3 lleva eso al límite, y nos muestra un superhéroe vulnerable y falible que incluso necesita la ayuda de un niño para sobrevivir. La película es un dignísimo entretenimiento con espectaculares secuencias de acción y mucho, mucho, humor. Y justo por ese lado llega una escena memorable (con Ben Kingsley de por medio) que nos sirve una reflexión sobre el poder mediático de las imágenes y que convierte a la peli en algo más inteligente de lo que parece a simple vista.
Lo mejor: su acertado sentido del humor.
Lo peor: el prescindible personaje de Rebecca Hall.