Título: Amanecer Rojo (IV)
Autor: Francesc Mari
Portada: Mike Perkins
Publicado en: Enero 2007
Tony Stark surca de nuevo el cielo como Iron Man, una vez más persigue a los villanos que, en esta ocasión, han robado un cohete de Stark Industries. No sabe que pretenden hacer con él, pero gracias a su ingenio, sabe dónde lo están dirigiendo. Solo le falta coger la armadura adecuada para enfrentarse a ellos.
Creado por Stan Lee, Larry Lieber, Don Heck y Jack Kirby
Cuando Tony aterrizó la Mark 5 a través del óculo del techo de su ático, el acceso directo a su taller y garaje de armaduras, sintió como un escalofrío le recorría todo el cuerpo. Hacia meses que no pasaba por ahí, cuando durante años ese había sido el lugar en el que mayoritariamente siempre se le podía encontrar. Sin embargo, todo su nerviosismo se esfumó cuando, al salir del interior del traje, vio que todo estaba tal y como lo había dejado. La tensión fue sustituida por nostalgia, al ver como, en tan pocos meses, todo su ejército de armaduras había cambiado tan poco que parecía que no hubiera pasado el tiempo. La única y sustancial diferencia había sido la tenue capa de polvo que lo recubría todo. Un cambio no muy destacable, cuando él tampoco nunca lo había limpiado.
Mientras miraba a su alrededor, con el único sonido de los cortocircuitos de la armadura Mark 5, de la oscuridad más profunda del garaje aparecieron dos pequeños robots con brazos extensibles que se acercaron a él como dos perritos lo haría al ver a su amo desaparecido durante meses.
—Hola, tontainas —dijo Tony mirándolos como si tuvieran ojos.
—Señor, los asistentes del taller han procurado que las armaduras siguieran funcionando y en perfecto estado para cuando usted regresara.
—J.A.R.V.I.S., ya lo hemos hablado, no he regresado, solo es una visita de cortesía derivada de una necesidad —intentó justificarse Tony.
J.A.R.V.I.S. no respondió, no debía querer seguir discutiendo con su señor, y más teniendo en cuenta que tenía un protocolo para evitar esas situaciones.Tony paseo lentamente por el taller, observando las armaduras que habían sido sus compañeras durante años, incluso antes de que J.A.R.V.I.S. existiera como una inteligencia artificial. Muchas de ellas no tenían integrado el sistema operativo de sus asistente digital, eran completamente analógicas.
«Menudas reliquias», pensó para sus adentros Tony, sin poder evitar una sonrisa por el mar de recuerdos que le inundaron la mente. Hasta que un recuerdo, el único que quería olvidar y no podía hacerlo, volvió a la superficie y sintió como su corazón palpitaba con mayor fuerza.
«Maldita ansiedad», se lamentó.
Para apartar el recuerdo de la muerte de Happy y todo lo acontecido en la Civil War, hizo lo único que podía hacer: trabajar.
—Muy bien, J.A.R.V.I.S., estoy emocionado por estar de vuelta, pero no he venido a tomar el té. Así que, manos a la obra.
—¿Qué armadura tenemos que preparar?
Tony no respondió, simplemente empezó a andar mirando una tras otras las decenas de armaduras que había alojadas en las cápsulas de la pared, mientras que los dos robots asistentes del taller le seguían cual perritos falderos. Hasta que se detuvo frente a una. Era plateada, con el pecho recubierto de reflectores solares negros y el único parecido con una armadura estándar de Iron Man eran la máscara, que seguía siendo dorada.
—¿En qué estado se encuentra la Mark 69? —dijo Tony lanzando la pregunta al aire, podía mirarlo en la pantallita que controlaba la información de la armadura, sin embargo por algún motivo había creado a J.A.R.V.I.S.
—Puede emprender el vuelo cuando lo estime necesario. —J.A.R.V.I.S. hizo una pausa—. ¿Debo entender que, debido a la misión, el señor ha decidido pasar desapercibido?
Tony alzó una ceja y dedicó una mirada risueña a la Mark 69.
—Sabes que ese no es mi estilo, J.A.R.V.I.S.
Una estela plateada surca el cielo nocturno de la taiga rusa asiática. En aquella zona deshabitada de bosques frondosos no hay nadie que mire al cielo y se pregunte que es aquella luz azulada que recorre el cielo. Aunque Tony no lo quisiera, hay ciertos lugares del mundo en el que es imposible hacerse notar, y aquel era uno de ellos.
—¿Seguro que el rastro del localizador del cohete lleva hasta aquí?
—Así es, señor —respondió J.A.R.V.I.S.
Unas horas antes, mientras sobrevolaba Alemania, el rastro se había perdido, seguramente quién fuera que estuviera trasteando con aquel cohete había logrado encontrar el localizador y inhabilitarlo. Sin embargo, por los datos que habían recibido hasta entonces, el cohete, no se sabe exactamente cómo, había empezado a descender en aquella zona, como si fuera a aterrizar. Sin embargo, el espeso bosque había debajo de Iron Man hacia pensar lo contrario.
—Señor, si me permite la pregunta —empezó a decir J.A.R.V.I.S.—, si el cohete ha descendido, ¿cree necesario utilizar la Mark 69?
—Más vale ser precavido, querido J.A.R.V.I.S., nunca se puede llegar a saber que pueden hacer dos genios del mal soviéticos con un cohete de varios miles de millones dólares en su poder.
—¿Cree que lo lanzarán de nuevo?
—Si su intención no era destruirlo, sino robarlo, lo más probable es que quieran utilizarlo, por lo que es inevitable que, de un modo u otro, vuelva a emprender el vuelo, y yo estaré allí para impedírselo —sentenció Tony sintiendo que aquella frase le había quedado exageradamente heroica—. Y, en el peor de los casos, si lograr despegar, este traje me permitirá seguirlo.
A pesar de las bromas con doble sentido que había comportado la creación de la Mark 69, además de ser la sexagésima novena armadura, también tenía esa numeración en honor a su capacidad que la distinguía de las demás: era la única armadura capaz de permitir el vuelo espacial. Por lo que era muy apropiado que, de una forma un tanto modesta, rindiera homenaje al año en el que hombre pisó por primera vez la Luna.
Era por este motivo que Tony estaba tranquilo. Aunque aquellos dos locos de Whiplash y Dinamo consiguieran huir de nuevo a lomos del cohete, esa vez sería capaz de seguirlos como no había podido la anterior vez. Ya que, además de ser la única armadura destinada al vuelo espacial, las placas solares del pecho le permitirían seguir volando una vez se acabara la energía cargada en el taller, mientras que su armamento, en previsión de vuelos de larga distancia espaciales, era el más completo para poder enfrentarse a cualquier situación.
—Señor, detecto anomalías en el paisaje boscoso —le advirtió J.A.R.V.I.S.
—En pantalla —ordenó.
En seguida, sobre la imagen real del exterior, se extendió una imagen digital sobrepuesta en la que se podía ver, entre los miles de árboles que había en aquella zona, como una construcción se alzaba.
—¿Puedes detectar de qué se trata? —preguntó a su asistente.
Sin responder, J.A.R.V.I.S. activó el escáner de precisión y la pantalla se fueron marcando ciertos puntos que perfilaban lo que Tony se había supuesto.
—Parecen ser unas instalaciones tecnológicas medio subterráneas.
—Evidentemente, si querían esconder un cohete como el que han robado, debían hacer un boquete en el suelo.
Con una mejor perspectiva del lugar en el que estaba a punto de irrumpir, Tony empezó a dar órdenes a su asistente.
—Antes de entrar quiero un escaneo completo, térmico, energético, vital, y ese largo etcétera de especificaciones que incorporé en tu sistema operativo.
—Sí, señor.
Tony mantuvo el vuelo estático, situándose de tal forma que la luz de sus reactores pareciera una estrella muy potente si alguien lo viera desde el suelo.
—Detectados una cincuentena de personas y…
—¿Dónde están Whiplash y Dinamo? —le interrumpió Tony.
J.A.R.V.I.S. se los indicó en el mapa sobrepuesto del interior de su casco.
—Traza una ruta directa de incursión.
—Señor, permítame que ponga en duda sus actos una vez más y…
—No, J.A.R.V.I.S., no te lo permito —le espetó Tony—. Les voy a dar tal somanta de palos a esos dos que cuando lo haya hecho desearán no haberme robado el cohete.
Sin cuestionar más a su jefe, J.A.R.V.I.S. trazó una ruta holográfica para que Tony pudiera seguirla a alta velocidad y dijo:
—Cuando quiera, señor.
Tony no respondió puso al máximo los propulsores de sus botas y salió despedido hacia la instalación.
Tras atravesar una verja electrificada que no le afectó, empezó a recorrer los amplios pasadizos de la instalación disparando con todo su armamento derribando y aturdiendo a los miembros de seguridad y a los técnicos que se cruzaban en su camino, descendiendo cada vez más hacia el subsuelo.
Tras unos intensos segundos, llegó a la sala del cohete. Era una inmenso espacio tubular, con el cohete en el centro, y las salas de control instaladas a diversas alturas del tubo. Sin embargo, también había un pequeño puesto a los pies del aparato, desde dónde los técnicos daban los últimos retoques antes del despegue.
Tony contempló todo aquello mientras descendía de forma precipitada hacia la base del cohete, pero algo le dolió más que todas las chapuzas que pudieran hacer aquellos técnicos rusos. Sobre el logotipo de Stark Industries, habían escrito toscamente las siglas de la Unión Soviética con pintura roja.
—Eso sí que me ha cabreado —dijo Tony a la vez que aumentaba la velocidad y se dirigía a la parte del cohete, en la que Whiplash y Dinamo Carmesí estaban vociferando órdenes a sus técnicos. Solo había algo peor que un villano loco, un villano loco y que tenía conocimientos que ponían en duda los de sus subalternos.
Vanko y Nevsky ya no llevaban las armaduras con las que habían robado el cohete, por lo que no pretendían emprender el vuelo junto a él, sin embargo iban ataviados con sus trajes mientras aterrorizaban a los técnicos que parecían trabajar a destajo para lanzar el cohete cuanto antes.
—¡Malditos vagos! —exclamó Whiplash activando uno de sus látigos—. Yo ya hubiera terminado.
El imponente tamaño del villano sobre el humano medio hizo que los cuatro técnicos a los que se dirigía se acurrucaran uno contra otro, mientras esperaban que el villano les asestara el golpe fatal.
Whiplash levantó el brazo, el látigo chasqueó tras él antes de empezar a descender, cuando, súbitamente, Vanko desapareció de delante de sus ojos, dejando a los técnicos igual de perplejos que asustados.
Un estruendoso golpe resonó entre las paredes de la sala del cohete. Iron Man se había llevado por delante a Whiplash y lo había incrustado con tanta fuerza contra la pared de cemento armado que había hecho un agujero del que villano ahora se estaba desprendiendo lentamente sin fuerza.
Mientras Whiplash caía al suelo inconsciente y, seguramente, con muchos huesos rotos tras el impacto, Iron Man gritó:—Todo aquel que no sea un villano nacido en la Unión Soviética que se dedica a robar cohetes… ¡Largo!
Los pocos técnicos y miembros de seguridad abandonaron el lugar despavoridos, solo Dinamo se quedó observando a Iron Man.
—Veo que has venido preparado, Stark —dijo con sorna Nevsky.
—Y que lo digas —contestó Tony antes de lanzar un pequeño aparato sobre la armadura roja de Dinamo, en la que se adhirió.
—¿Pretendes que me asuste? —le preguntó el otro entre carcajadas.
—No exactamente.
Un segundo después una descarga eléctrica invadió toda la armadura y, por lo tanto, también a quién la ocupaba.
—Sabía que no habrías aislado el metal de tu armadura… Mira que eres chapuzas, Alexander —le espetó Tony con una sonrisa.
Mientras Dinamo soltaba alaridos de dolor, Iron Man se acercó a Whiplash, lo cogió por el cuello y lo arrastró junto a su compañero, que ya se tambaleaba entre espasmos tumbado en el suelo.
—Sé que estáis cansados, que ha sido un día muy largo y queréis iros a casa —dijo Tony plantándose frente a los villanos medio recostados en la pared—. Pero ahora mismo me vais a decir quién os ha encargado robar mi cohete.
—¿Por-Por qué crees que alguien nos lo ha encargado? —preguntó Nevsky adolorido por la descarga eléctrica.
—Por favor, Alexander, no insultes mi inteligencia. Estas instalaciones, los trajes, el personal. Ese no es vuestra manera de actuar ¿Quién os financia?
Ninguno de los dos respondió, Vanko seguía inconsciente y Nevsky negaba con la cabeza.
—Decídmelo o os doy otra descarga —les amenazó Tony.
Tras unos segundos de duda, Nevsky decidió hablar:
—No… No lo sabemos. Alguien nos lo encargó todo y nos dio todas las facilidades para que el plan saliera bien.
Tony alzó la máscara de la Mark 69 y los observó directamente con sus ojos. Sabía que Nevsky estaba mintiendo, pero ¿Qué podía hacer? No era un torturador. Los llevaría a S.H.I.E.L.D., y averiguaría que pretendían investigando entre los papeleos de la base. Ya tendría la ocasión de atrapar al cerebro del plan.
Mientras reflexionaba en aquello, el supuestamente inconsciente Whiplash se levantó, corrió hacia un panel de control y pulsó un inmenso botón rojo.Una voz mucho menos sugerente que la de J.A.R.V.I.S. resonó por las paredes iniciando una cuenta atrás de un minuto.
«¿Por que siempre había un botón?», se lamentó Tony.
Sin dejar que ninguno de los dos volviera a actuar por su cuenta, alzó los brazos y de ellos salieron volando dos cables de acero que atraparon a los dos villanos y los rodearon, atándolos.
Con un movimiento circular, Tony los lanzó por una de las puertas que había en la base de la sala, para evitar que acabaran incinerados bajo los propulsores del cohete.
—¡Nunca lograrás detenerlo! —exclamó Vanko mientras se revolvía entre sus ataduras.
—¿Eso crees? —preguntó Tony sonriente antes de cerrar el casco de su armadura.
Los reactores del cohete retumbaron en aquel espacio tubular haciendo que el aparato emprendiera el vuelo lenta pero poderosamente. Escondido en el pequeño refugio, Whiplash seguía riéndose por su triunfo:
—¡Has perdido, Tony, has perdido!
Pero en seguida dejó de hacerlo cuando vio como, Tony le saludaba y emprendía el vuelo tras el cohete.
—Adiós, Anton y Alexander, pero aquí un servidor tiene un traje espacial propio —les soltó con sorna antes de desaparecer tras la estela del cohete.
Continuará…
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